Mol, life and so on

lunes, agosto 29, 2005

Katrina... and the waves!

Quién le iba a decir a los eurovisivos vencedores de 1997 que el nombre de su grupo iba a resultar profético. Katrina... y las olas. Creo que esos son los dos sustantivos que más he escuchado en las últimas horas. Porque, al parecer, un huracán denominado como la palurda intérprete de 'Buscando en el baúl de los recuerdos, uuuuuuuhhhh', pero con [t] entre la [r] y la [a], amenaza con levantar grandes olas y tragarse a Nueva Orleans. Qué cosas...

Y es curioso, porque se escucha mucho hablar de Katrina, y muy poco de otras decenas de huracanes y fenómenos análogos que, día tras día, azotan rincones y rincones de la geografía mundial. ¿Alguien se acuerda ya del Mitch? ¿Y del Niño? Seguramente, Katrina habrá para rato, porque éste se ha atrevido a devastar en el sagrario del mundo: los Estados Unidos.

Ellos, que tanto avasallan al mundo invadiendo Irak, Afganistán, la isla de Granada o Panamá, bombardeando Trípoli, Bengasi o Belgrado, sufragando los escuadrones de la muerte de El Salvador o dando su apoyo a los cabrones de la familia real saudí, ahora se acojonan porque la naturaleza amenaza con darle a cada uno lo suyo.

Y claro, como los norteamericanos no están acostumbrados a que les jodan la marrana, como sucedió con los por otra parte execrables crímenes de Pearl Harbor y el 11-S, se ponen nerviosos, salen por patas y hasta el presidente tiene que suspender sus vacaciones, salir en la tele y volver a la carga con esa asquerosa imagen de papá tiendemanos que lo caracteriza.

E igual que sus compatriotas, con el rostro desencajado, descompuestito: como el día que, mientras ardían las Torres Gemelas, le dijeron: "Señor, la nación está siendo atacada". Menuda frasesita con más miga. Él se quedó con cara de póquer, preguntándose -supongo- si la nación es una parada del metro de París, un periódico argentino o inclusive una joven de mal vivir, porque las peras no crecen en olmos.

Cierto es que esta Katrina va a cambiar las semicorcheas y el bajo por espirales asesinas y fuertes vientos. Cierto también que va a causar la destrucción de muchos hogares, muertes y un daño hoy por hoy inimaginable para un país que no sabe lo que es sufrir. Obviamente, no quiero que muera nadie. Sin embargo, debo reconocer mi deseo de que el jodido gobierno estadounidense deba invertir sus jodidos dólares manchados de sangre en la reconstrucción de esta mítica y soulera ciudad sureña.

Esos mismos billetes 'grandes', como ellos dicen, que han robado al pueblo iraquí, y a tantos y tantos otros. Se ve que la naturaleza va a aplicar la máxima del ojo por ojo, siendo capaz de reinstaurar un equilibrio -si tú das, yo te doy- que actualmente nadie se atreve a llevar a efecto sin ponerse en contra a multinacionales, gobiernos chupaculos y medios de comunicación. Por suerte, la creación no sabe de diplomacias y demagogias: simplemente, va a lo suyo.

Pero insisto: quién lo iba a decir...

viernes, agosto 26, 2005

Me cuesta, me cuesta entenderlo

Hay cosas que no comprenderé en la vida. De pequeños, todos somos muy eficientes: ante un estímulo, damos una respuesta concreta. Y punto. Luego, conforme vamos creciendo, aparece una palabra terrible: burocracia. Ahora bien, ¿qué es esto? Al margen de la definición ofrecida por el DRAE, la burocracia es lo que, por ejemplo, dificulta sin sentido la vida laboral de un individuo.

Pongo un ejemplo: si tienes que ofrecer un servicio rápido y bueno a un cliente, que es el que paga, a veces tienes que ser menos rápido y eficaz porque tu empresa te exige desviar tiempos. ¿Hacia qué? Hacia tareas administrativas que podrían postergarse sine die sin ningún problema, porque en general sirven de poco. ¿Entonces? A eso me refiero: de pequeño, vas y priorizas. De mayor, juegas al Estratego.

No queda ahí la cosa: dando una vuelta de tuerca, surge una segunda palabra, que es diplomacia. Esto es, evitar que un inútil con poder se sienta desplazado. Y si para ello tienes que dejar algo a medias o no hacerlo tan bien como sabrías... pues hay que sacrificarse en pos del gilipollas de turno, que ha dado una opinión sobre algo sin tener ni idea, pero hay que tenerla en cuenta. A veces me pregunto cuánto dinero habrán dejado de ganar las empresas de este país por ese motivo. Y con la de inútiles que hay en la cúpula de las empresas, Dios mío...

¿Alguien da más? ¡Sí señor! Una tercera palabreja que a todo currante le sonará: apariencias. ¿Para qué sirven? Básicamente, para que tu jefe te joda la vida continuamente, y te exija sacrificios de todo tipo -horarios, asistencia a actos, indumentaria, etecé- porque es necesario aparentar lo que no somos.

Si todos hacen/hacemos lo mismo, creo que la vida laboral es el gran teatro del mundo. Aunque aquí no habrá un ángel que, como en la obra de Calderón, te diga "Obrad bien, que Dios es Dios". Mejor va a ser "Obra como a mí me salga de los cojones, que para eso soy el jefe, y el jefe es el jefe". Eso nos llevaría a una cuarta palabra, que es prepotencia. Pero ya tengo hambre. Así que creo que voy a dejarlas para otro día.

miércoles, agosto 24, 2005

Mejor ser maricón

Pensaba que con respecto a las barbaridades de la troupe que puebla el gimnasio estoy curado de espanto, aunque ayer, para mi sorpresa, pude comprobar que no es así. Desde una máquina aeróbica, observé que siete u ocho cachas irredentos abandonaban sus quehaceres empujando hierro a mansalvas para postrarse atónitos ante el televisor. ¿Qué ocurrió? ¿Cuál fue el milagro que propició el distanciamiento momentáneo hierro en bruto-cerebro de bruto en bruto?

Pues la canción titulada 'La potenzia pa tu carro', de un tipo llamado Haze, como la lejía, pero sin hache y con zeta. Rapero mindundi ataviado con un cordón de oro que despertó envidias y admiraciones en el seno de este colectivo telespectador, algo que podía deducirse fácilmente por sus comentarios.

Después, cachondos perdíos de tanta agitación, oro y canorreo, empezaron a contar sus peleas sangrientas en las puertas de famosas discotecas locales donde, supuestamente, curran como vigilantes. Todas tenían un denominador común: los golpeados hasta la extenuación, que según dijeron acababan más de una vez con la moto destrozada y la cara sobre el suelo flotando en un charco de sangre, recibían un mismo insulto. ¿Adivinais cuál? Sí señor: MARICÓN.

No cabronazo, cani (perdón, kabronazo, kani), pedrao, gilipollas, tonto, tontaina o tontorrón. No. Maricón. Debo reconocer que esta palabra puesta en boca de un todo lo anterior me pone de muy mala leche. Porque un todo lo anterior no está en condiciones psicológicas ni por supuesto intelectuales de insultar a nadie. Pero es que, además, utilizar un modo de sentir, mi modo de sentir, me parece muy fuerte. Porque es probable que yo no merezca una paliza en la puerta de una discoteca por ser así. ¿O sí?

Mientras pensaba en todo ello, seguí pedaleando a lomos de esa rara bici estática que tienen en el gimnasio. Y deduje, entre otras cosas, que más allá de palabrería vacua o justificaciones insulsas, tal vez sea un verdadero honor ser insultado por mentes así: para que se noten bien las distancias. Que si ser maricón era no alardear de musculatura, no empujar hierro con cada centímetro de mi cuerpo, no caer rendido a las plantas del susodicho Haze o no lucir un cordón de oro, bendita sea la hora en que nací así.

Y si además, por ya caer en el topicazo, los homosexuales son, somos, personas sensibles, a los que se nos saltan las lágrimas de alegría al contemplar la fachada de Santa María Novella o capaces de leer, al menos, un par de libros al mes... pues no sé, pero creo que no es mal asunto.

Al final llegué a la conclusión de que cada uno está donde tiene que estar: ellos, fomentando la amistad en el gym sobre la base de la violencia y el dichoso hierro; y yo, sobre la bici pensando en todo lo que disfrutaré cuando llegue a casa y avance un poco en el nuevo libro que leo. Qué le vamos a hacer, si es que soy así de tonto. Y encima, maricón.

lunes, agosto 22, 2005

Los muertos (tos) del PP

Reconozco que debería tomarme la vida con más tranquilidad. Y sobre todo ahora, con el veranito en su máximo apogeo, mi jefe de vacaciones, los clientes haciendo mutis por el foro, el poquito trabajo, etecé, etecé. Sin embargo, como decía aquel azulejo que vi hace poco en una tienda de cerámicas -"Hoy hace un día estupendo; verás como viene un hijoputa y lo jode"-, parece que siempre hay alguien dispuesto a enervarme. Qué le vamos a hacer...

Esta vez, como muchas otras, el detonante ha sido el PP. Repasando la prensa del fin de semana, observo atónito que el partido fascista español por antonomasia ha vuelto a buscar rédito electoral en los cementerios. Sean muertos suyos -más rentables-, o ajenos. En primer lugar, sorprenden las declaraciones de Rajoy, diciendo algo así como "menos afán de protagonismo y más austeridad". Todo porque el Gobierno ha querido mostrar una imagen de cercanía para con los familiares de las víctimas de Afganistán -y para evitar, son socialistas pero no tontos, comparaciones con la patética gestión que los Aznar Boys hicieron del accidente del Yak-42-.

Parece evidente que, si el ministro y el presidente quieren pasar desapercibidos, es que no están. Y si están y se les ve, pues será que buscan foto. ¿Solución? Llamarse Mariano Rajoy, Ángel Acebes o Zaplana, que esos sí saben hacer las cosas en su justa medida, con finura y elegancia, ¿verdá usté? El expresidente de la Generalitat valenciana dio ayer o anteayer, no recuerdo, un paso más hacia la escabrosidad más absoluta con un comentario sobre qué iban a hacer en Afganistán esos soldados que mandaron precisamente ellos. Y para culminar esta tríade capitolina o santísima trinidad de la barbaridad y la demagogia pepera, esta mañana recogen los medios una pregunta muy esperada: "Qué iba en el interior de esos ataúdes?".

Cuando ni una sola familia de los afectados ha pedido la repetición de las autopsias, los dirigentes del partido opositor (A.M.D.G.) vuelven a ser más papistas que el papa y buscan entre la caroña soldadesca algún votillo que llevarse a la urna, saltándose a piola la dignidad que se esperaría de ellos en estos momentos de dolor. Quizá porque esa Primitiva de 62 casillas que jugaron con el Yak, y con cero aciertos de resultados, sea un lastre demasiado pesado como para imaginar que alguien pudiera lograr un pleno de 17. "Si nosotros no supimos/pudimos, seguro que ellos tampoco", dirán.

Y puede que lleven razón, el tiempo y las investigaciones lo dirán. Pero al margen de qué fuera o dejara de ir en esos ataúdes, ahora lo menos necesario es lanzar petardos y hacer que suene la sempiterna carraca del descalifica que algo queda, con tanta familia hundida de dolor reciente. Hay temas que son demasiado serios para hacer ruido con ellos, salvo que tengan algo importante que decir o preguntar -y para ello están el Parlamento y los juzgados-.

En estas circunstancias se podría decir, más que nunca, aquello de 'el que tenga algo que decir...'. Y un consejo, señores de la 'opo': no preguntéis tanto sobre qué iba en el interior de los ataúdes, no sea que destapen alguno y comprobéis estupefactos que dentro yacen in aeternis vuestras aspiraciones electorales de 2008. Por mí, cojonudo. Porque se ve que ataúdes y urnas, no precisamente funerarias, van indisolublemente unidas en el partido de Acebes.

jueves, agosto 18, 2005

Colonia, mon amour

Allí están todos. Ellos, con su ropita decente enarbolando pancartas, imprescindibles en cualquier multitud que se precie. Ellas, con camisa azul, pantaloncito vaquero y perlas, muchas perlas. Todos unidos corean lemas como 'Donde está Pedro, está la Iglesia' o el ya clásico 'Be-ne-dic-to, Be-ne-dic-to'. Qué ternura más grande... De vez en cuando se ve una monja y más de un clérigman con gafas de sol a juego.

Hoy es un día anhelado por buena parte de la juventud católica europea. Exactamente, por aquellos que han podido pagarse -con ayudas, eso sí- el viajito de marras a Colonia para estar con el nuevo Susan, que como siempre promete enseñar los dientes -en sentido literal y figurado-, bendecir -es gratis-, aleccionar -también lo es- y, sobre todo, mover las manos con esa grassia gitana que demostró cuando salió al balcón de San Pedro, cargándose la esperanza de cambio que teníamos muchos.

El domingo, cuando sea la misa multitudinaria a la que sin duda acudirán por lo menos un millón de frígidas y descerebrados, Bene hará el payaso un rato para demostrar que él también se gana a los jóvenes, a esos jóvenes a los que repetirá hasta la saciedad que son el futuro de Europa -demagogia pura, sí señor- y cuya responsabilidad pasa por que florezcan las raíces cristianas del viejo continente. ¡Ja! Menos mal que al menos son las cristianas, y no las católicas. Aquéllas hablan de servicio al prójimo, de amor, de ternura, invitan a compartir, a ser felices, a tender una mano, etcétera. Éstas, por el contrario, se centran en el preservativos, los homosexuales depravados, el politiqueo, las gilipolleces, y en todo lo que alguien puede esperar de los jefes de esta milenaria institución.

¿Quién no viajará a Colonia? Los misioneros, porque estarán demasiado ocupados solucionando problemas reales como para ir a cumplir con el Papa; tampoco la juventud de parroquias obreras, pues probablemente prefieran un chucho cualquiera a un pastor alemán; millones de jóvenes comprometidos con el mensaje cristiano se quedarán, porque Colonia pilla lejos, hace frío y ofrece demasiada chicha dogmática; y habrá otros, muchos, que no tengan propimor para trastear durante tantos días por un sitio con precios desorbitados. Otros, como Adrián cuando estuvo en Chochocova, irán de infiltrados (¡¡ya te vale!!), constituyendo una quinta columna de la libertad en terreno infiel.

Es curioso. Yo, que tan vinculado he permanecido siempre a la Iglesia creyendo que defendía unos valores, me soprendo a mí mismo escribiendo este blog. Pero es que pienso que hasta que no se excomulgue a kikos, opusinos, legionariosdecristo y a sus muertos tos, aquella comunidad que fundó un buen hombre, el mejor que ha alumbrado la Historia, permanecerá como un selecto club de pijos adinerados que, entre master y master, dedican parte de su tiempo a hipotecar su libertad y a quedar bien con la family.

Porque para estos turistas de crucifijo y rocetón casto en la multitud, las encíclicas de Susan están muy por encima de las Bienaventuranzas; ellos, que se consideran gente san(t)a, y no como esos depravados que follan antes de casarse, se acuestan con gente de su mismo sexo e, incluso, toman decisiones acordes con su conciencia y contrarias a la moral católica y a la tradición. Qué pena de gente. Qué tristeza me provoca esta juventud meapilas. Qué assssco me dan...

miércoles, agosto 17, 2005

Massiel pal body

Este blog podría, perfectamente, llamarse Gredos II, como continuación del titulado 'El Porculín'. Pero bueno... El caso es que después de malcomer, y tras cuatro horitas y pico de viaje, llegamos a Freakiland -perdón, Madrigal- de la Vera, en Cáceres, que es como en realidad debería llamarse el pueblo de Cecilio, Tiny Ferreiro y otras hierbas. Aunque a eso iremos luego.

Al grano. Irrumpimos con nuestros chismes en la casa rural y, después de soltarlos y lavarnos la cara, preguntamos dónde podíamos ir a comer. Lucía, la casera, nos dijo que teníamos dos opciones: o 'El Molino', que regentaba una especie de alter ego de la bruja avería (esto lo añado yo después de verla in person), o 'La Paloma', restaurante a orillas de la garganta que regentaba Massiel. "¿Cómo has dicho?", pregunté. "Sí, sí, Massiel", respondió, afirmando que al principio a ella también le había parecido raro.

Allá que fuimos Chema y yo, como peregrinos, en busca de nuestra compostela particular: que era, ni más ni menos, caer rendidos ante la soberana presencia de alguien llamad@ así. ¿Massiel, y no como apodo, sino como nombre? Una diosa, una diosa. En primer lugar quería preguntarle si había limpiado ya los cristales, para evitarle en lo posible una nueva caída desde el cuarto piso, con contusiones y justificaciones tristemente derivadas.

Cuando vi la luz, osea a ella, descubrí que Massiel se llamaba así porque, en la época que nació, la diva de la boda de Enrique Ponce arrasaba en las listas de éxito, además de en las whisquerías menos selectas. Massiel, aquí conocida como "Massi" por fortuna para ella -el visitante siempre podría pensar que era la abreviatura de Máxima-, resultaba una mezcla de Heidi y Pedro con pinta de haber estado jugando con cabras y, eso sí, muy simpática.

El problema es que, al margen de cualidades o defectos, para este don Quijote que yo soy, ella representaba una especie de Aldonza Lorenzo transformada en Dulcinea del La-la-la, en una diosa de brillantina y esferas multiprismas ante cuya presencia sólo cabía doblar la rodilla. Era un icono freaky por excelencia, lo más que yo había visto desde hacía años. Massiel, Massiel... Y sobria además... Y trabajando...

Había escuchado que el nombre de Rebeca viene de una serie de televisión, basada quizá en el libro de Du Maurier. Y sin duda la proliferación de Ana Belén(es) que hubo en los setenta responde al éxito de la intérprete de 'Zampo y yo'. Pero no tenía constancia de que hubiera más Massiel que la auténtica, la irrepetible, la que se taja y cae a peso por el balcón echando la culpa a un exceso de pulcritud para con la cristalera. Ver para creer.

Si la cosa sigue igual, está claro que algún que otro hombre de negocios de 2035 se llamará Davidbisbal Ramírez, o tal vez Bustamante López, o si es mujer Chenoa Gutiérrez o Shakira Ruiz. Adrián ya se ha comprometido a ponerle a su primogénito Chiquitodelacalzada González, que como su padre es más bien limitado de altura quedaría más que justificado.

Y claro está, si se abre la veda freaky, como hizo la madre de esta Massiel cacereña, pues por qué no Carmenmairena Verdasco (jeje) o Musiquito Pérez. Total, si hay nombres reales mucho peores, ¿no? Además, así podría llegar siempre un hijoputa como yo y reirse sin piedad. ¿Qué hay de malo en ello? Pues lo dicho, ¡¡Massiel pal body!!

En memoria tuya

Hoy hace nada menos que dieciséis años. Recuerdo que aquel día me levanté, solo en mi casa de Chipiona, y estuve mirando el techo durante un buen rato, observado atentamente por los inquilinos del sinfín de posters que poblaban las paredes de la habitación. Aquel 17 de agosto, mi madre había vuelto a Sevilla para quedarse por las noches con la abuela Castillo. Teóricamente estaba bien, en el hospital, pero haciéndose pruebas para sobrellevar una penosa enfermedad que, algún día, más a medio que a largo plazo, nos la arrancaría de cuajo. Sabíamos que iba a morir, pero no tan pronto.

Me desperté tristón, resacoso, con varias opciones en mi cabeza: ¿Ir a la playa? ¿A casa de Silvia y Sonia? ¿A buscar a los colegas? Al final opté por dar una vueltecilla ligera y despejarme así del juergón del día anterior. Habíamos estado en el 'Boogui', la discoteca de invierno. Desde su patio vimos el eclipse lunar justo mientras la abuela Castillo, a 100 kilómetros de allí, se marchaba para siempre.

Dice quien estaba presente en el momento de su muerte que dormía tranquila, y que de repente se despertó, se puso mal y, agarrada con fuerza a la barra del suero, no dejaba de mirar hacia un espacio concreto, con ojos como platos, y de gritar "el niño, el niño", que es como ella llamaba a su único hijo varón, fallecido cinco años antes. El sanitario que certificó la muerte inesperada de esta luchadora incansable tuvo, además, que separarle la mano, tensa y rígida, del utensilio que aprehendía con tanta fuerza.

Volví para Sevilla con mi hermano Juan José pensando que la vida se había pasado un poquito con la abuela. Se crió sin madre, trabajando desde que tenía uso de razón -lo único que hacía, además de cuidar de los suyos-, perdió a su marido inesperadamente, a dos de sus hijos con enfermedades terribles... No sé, todos deseábamos para ella el descanso del guerrero en forma de vejez larga y tranquila que, obviamente, jamás llegó.

Sin embargo, y pese a todas las puñaladas que recibió, la abuela Castillo nunca perdió las ganas de disfrutar con las pequeñas cosas. Casi siempre se la veía acompañada de un gato como Matilde, o de la perra Carola, que aprendió con cariño y mano dura a no andurrear por la casa y localizar sus dominios en el patio, lleno de flores y azulejería tradicional. Le gustaban las manualidades, la artesanía, las figuritas de cerámica fina, tener a mano un cuponcillo -"para ayudarle a mis hijos si toca", decía-, etecé, etecé.

Hoy, cuando aquel adolescente de quince años juerguista y vacilón tiene vida de adulto, la abuela Castillo me recuerda que ella sí sabía sacarle partido a las pequeñas rendijas que la vida le dejaba para respirar, por estrechas que éstas fueran. Su ejemplo demuestra además que hay problemas mucho más serios que los míos -que en realidad no existen, aunque no me lo crea-, y que la línea de meta se puede cruzar en cualquier momento, sin ser nosotros conscientes de ello.

Gracias, abuela, por esa palmadita que me das con tu ejemplo en el aniversario de tu muerte. Dudo mucho que sepas de la existencia de este blog, o de la admiración que siento hacia ti por no haberte rendido jamás. En esta sociedad de corazas y apariencias nunca viene mal un ejemplo de integridad que llevarse al recuerdo.

El porculín

Empezamos el puente como niños que esperan a los Reyes Magos. Chema y yo, ilusionados, con ganas de vivir a tope esos cuatro días, salimos pitando a las dos de la tarde: justo cuando finalizaba nuestra jornada laboral. Tanta alegría no nos dejó tiempo ni de comer, así que cumpliendo escrupulosamente con el horario previsto paramos a comer unos kilómetros antes de Monesterio. En la venta 'El Culebrín'. Maldita la hora...

Mol y yo representábamos la primera avanzadilla de una expedición que, sin saberlo, incluía también a Jacinto-Cecilio, Rosalía e Isabelita con toda su grassia y majestad características. Llevábamos entonces unos 20 minutos esperando, y 20 después estos tres individuos siguieron su rumbo mientras que nosotros dábamos pequeños sorbos a las bebidas, únicos manjares a nuestra disposición. Total: 40 minutos, un Kas de limón y alrededor de ocho aceitunas.

Pensamos que esa tardanza venía justificada por la avalancha de gente que buscaba condumio en aquel antro. Justo cuando dejábamos pasar el hambre entretenidos con esa idea, se escuchó un fuerte gruñido: era un cerdo al que mataban en el isofato (ipso facto) para preparar mi canne en salsa. Asustado, miré por la ventana y vi no sólo al puerco yacente, sino también a una hermosa lugareña cargada con un cesto de patatas, de las patatas que me iban a poner como guarnición del malogrado porcino.

Ese ruido infernal volvió a repetirse y observamos a un pequeño matarife extraer la cinta de lomo de otro cerdo, mayor que el anterior. Otra vez pasó la bella lugareña, cargada esta vez de verduras fresquísimas para elaborar la guarnición para el plato de lomo que esperaba Chema.

Cuando vimos a un chino portando fardos de arroz y a una chica con coletas ordeñando a una vaca, supimos que se acercaba el momento postre, mientras un delicioso aroma de café recién tostado impregnaba el ambiente. Fue entonces, dando el último sorbo a tan deliciosa bebida, cuando descubrimos que la intachable frescura de todos los alimentos justificaba la hora y tres cuartos que esperamos a que nos terminaran de atender en condiciones.

...y nosotros pensando que en 'El Porculín' eran unos impresentables, inútiles y malos profesionales. Mala gente que somos...

A mi/s jefe/s

Ojalá pueda cantarlo-gritarlo algún día mientras doy un portazo saliendo de la oficina:

No, ya no puedo quedarme aquí,
si tú quieres quédate tú
esta vida no es para mí
yo quiero vivíiii
con amó, con mi gente abajito del só
con las olas y al amanacé
como un niño jugando otra vé
sin parar de corréeeee...

Te digo que no
yo no puedo quedarme aquí
si tú quieres quedate tú, esta vida no es para mí
yo quiero vivíiii... ¡¡y comé jamón!!
olvidá para siempre el reloj
caminando hacia el atardecé
como un niño jugando otra vez
sin parar de corréeee..
.....lerele, lerele, lerele, lereleeee...

viernes, agosto 12, 2005

Poquito a poco aprendiendo...

Últimamente me fijo bastante en las letras de las canciones. No sé por qué, pero es posible que el malestar que siento desde que llegué de Estambul me haga transpirable, como la funda de un buen colchón. Más permeable. Quizá por eso busco el aliento donde quiera que éste se pueda encontrar. Y las canciones, igual que la poesía, son una buena fuente de mensajitos que, en malos momentos, se repiten y se repiten como tantras en busca de un alivio falso y momentáneo, pero alivio al fin y al cabo.

Estos días tarareo bastante el estribillo de 'Poquito a poco', una canción de Chambao que yo atribuía por error a Bebe. Dice así: "Poquito a poco aprendiendo, que no vale la pena andar por andar. Que es mejor caminar pa' ir creciendo". Creo que pocos filósofos en toda su majestad serían capaces de construir una aseveración tan rotunda, tan bella y tan sensata. Y que a mí me llegue tanto, pero eso es otro cantar. Debo reconocerlo, esta mala racha que atravieso transforma mi vida en un 'andar por andar', en un quemaero de tarro continuo que no conduce a nada.

Anoche, buscando consuelo en un libro, leí que pocos pensamientos eran más inútiles que la preocupación por el futuro y la culpabilidad por el pasado. Cierto. Eso también es una itinerancia sin rumbo ni concierto con la que yo me identifico a tope. Continuamente siento en mi oído una voz exorcista que me dice "Carlos, te estás tomando la vida al revés, aprovecha el instante, las cosas buenas que tiene tu gente y tu vida, que son muchas, y olvídate de ese perfeccionismo cruel, virtual, utópico e inerte que transforma tu cabeza en una olla a presión".

El infantilismo, no otra cosa, me lleva a considerar que otra cosa diferente sería siempre mejor que la mía: siempre habrá una madre mejor, una comida mejor, un trabajo mejor... una vida mejor, en definitiva. Aunque, como le dijo el zorro al Principito, ya no sería mi vida, y yo perdería toda mi identidad, que tal vez sea el bien más preciado de los muchos que poseo. Ahora sólo me falta creerme todo esto que pongo por escrito. Asumirlo de una vez. Bueno, poquito a poco...

jueves, agosto 11, 2005

El shosho una mosca

Ayer, mientras esperábamos que Chema volviera de comprar un paquetito de After Eight, Juan y yo nos reíamos mirando cómo un perrillo nervioso, de lanas grisáceas, acababa de salir del coche a lo toro de San Fermín por la calle de la Estafeta. El probe bichillo, inocente él, trató de atravesar una puerta automática de ésas que se abren al paso de la gente, de par en par gracias a que justo antes había pasado una señora al interior del recinto que salvaguardaba. Como él ni tenía estatura, ni peso, ni na, estuvo a punto de morir abocadillado. Sin embargo, cuando se vio venir esa doble marabunta de cristal, nuestro amigo cuadrúpedo aceleró elegantemente el paso y evitó la tragedia. Juan, mirando con emoción, como quien contempla el desenlace de un penalti, dijo: "Uuuuuy, le ha faltao... el shosho una mosca pa morí rebanao". Yo, a carcajadas, reflexioné sobre las dimensiones del 'shosho una mosca', que sin duda son incluso menores que mis ganas de coger ahora el autobús. Osea nulas.

Nuestro cuñao Juan soltó un par de perlas carloteñas en los apenas 20 kilómetros que nos separaban de nuestro destino. Por ejemplo, ¿alguien sabe qué es un individuo 'de escopeta y perro'? Pues, por lo visto, alguien que corta las cosas por lo sano. ¿Y un cabrón con l'ojos malos? Yo tampoco, pero debe de ser un tipo aún más cabrón de lo que podría parecer si sólo decimos de él que es un cabrón. La explicación es un tanto enrevesada, pero... bueno, más o menos se entiende.

Da gusto ver esa sabiduría popular. Como nunca va a leer esto y no se va a sentir herido, aquí no tendré inconveniente en reconocer mi sospecha de que Juan, delante de gente con estudios, formación académica y trabajos de oficina, siente un ligero complejo de inferioridad. Craso error, Juanito. Esa sensación, en todo caso, deberíamos tenerla quienes no sabemos distinguir un ave al vuelo, catalogar a las gallinas en función de su raza y propiedades, o determinar cuáles son los periodos de siembra de la lechuga, el tomate, la patata o el geranio. Quienes, en definitiva, no podríamos tirar de nuestros libros si tuviéramos que sobrevivir en una isla desierta o, lo que es igual de malo, damos un paseo por el campo mirando, pero sin observar: de lo contrario descubriríamos las perdices, los espárragos y las setas que para ti no pasan de largo. Así que ya sabes, compañero: que estos bríos de la globalización no te ganen el pulso para que esa sabiduría popular que atesoras, y que tanto valoramos tus familiares y allegados, siga siendo tu enseña, tu mascarón de proa. ¡Un abrazo, futuro papá!

miércoles, agosto 10, 2005

Reyes vs Cándida (part one)

No sé por qué, pero últimamente la recuerdo mucho. Incluso sueño con ella. La señorita Reyes, mi profe en 1º de EGB -y ya de aquello ha llovido-, era como una segunda mamá para todos nosotros. Creo que nunca podré olvidar mi primer día de cole, llorando para variar -un numerito que cada curso montaba durante mi premier, hasta tercero, año por año- y diciendo que me quería ir con Sor Encarnación, la monja de preescolar. Ella, con más paciencia que otra cosa, y con la inconmensurable ayuda de mi amiga Paqui, la novia de Ito, que entonces no levantaba dos palmos del suelo (ahora tampoco), pudo convencerme de que allí, en mi nuevo cole, lo íbamos a pasar muy bien e íbamos a aprender muchas cosas.

Recuerdo cuando la veíamos entrar, con su bolso, con esos zapatos austeros de medio tacón, el pelo recogido a lo Jacquie Kennedy -estábamos a finales de los 70, no se olvide- y esas enooooormes gafas de sol que a Jorge y a mí nos provocaban miraditas de complicidad y carcajadas subliminares. Me encantaba verla dibujar. Sobre todo cuando pintaba frutitas para hacer conjuntos, esa terrorífica primera toma de contacto con la no menos terrorífica disciplina que es la Matemática (así, en singular, ¡por puta!). Lo hacía con un cariño sobrecogedor, el mismo que distribuía entre sus pequeños alumnos o que ponía en cada una de las preciosas letras de caligrafía que escribía en la pizarra para formar frases y, luego, practicar un poco la lectura.

Mi primer contacto con la educación primaria tuvo mucho de realismo mágico. La señorita Reyes era capaz de hacer que en clase llovieran flores amarillas, que levitáramos comiendo chocolate, que en el patio de la portera apareciesen piedras con nuestros nombres pintados. Era un lujo de persona y de profesional de la enseñanza que nos enseñó, sobre todo, que el cariño tiene fuerza. Más de la que podamos imaginar. Quizá por eso el día que murió su padre, Jorge y yo decidimos de motu proprio que íbamos a regalarle las cincuenta pelas que nuestros respectivos padres nos habían dado para abonar las tasas de la APA. Y sin duda, por ese cariño que nos tenía y porque era una mujer dignísima, nos dio las gracias y nos dijo que no.

No hace mucho, Paqui me dijo que Doña Reyes había muerto. La última vez que la ví estaba en COU, más o menos, y pese a que hacía más de quince años que me tuvo como alumno -y a que podía tener tranquilamente sus setenta y tantos-, recordaba el nombre de muchos compañeros de mi 'promoción'. Tenía el mismo pelo. Creo que incluso las mismas gafas que en aquel lejano curso 1979-80. Y, por supuesto, el mismo amor a los demás, sean éstos niños de cinco años o jovencitos de diecisiete que andan un tanto perdidos queriéndose comer el mundo. Ese día descubrí que la señorita Reyes había sido mi maestra: y eso, qué duda cabe, es mucho más importante que ser profesora.

Pero lo bueno no dura etennamente...

martes, agosto 09, 2005

Reyes vs Cándida (part two)

...y como no hay mal que se prolongue cien años, pero bien tampoco, a 1ºA le llegó su San Martín en forma de señorita Cándida. Del paraíso al infierno, sin purgatorio que haga las veces de transición. Esta catalana estaba casada y tenía un hijo, Jesús. Entonces, ¿por qué vestía siempre de luto? No hay duda: por la bondad de su alma. Era una hijaputa de manual: vestido con lazo hasta el cuello, collar y pendientes de perlas, falda por la rodilla o más abajo incluso -no fuera a asomar el labio, jajaja-, gafas de montura gruesa y oscura, etcétera. Al alcance de su manita derecha tenía siempre una regleta que, golpeada incesantemente sobre su vieja mesa de madera, creaba una atmósfera sonora acojonante. Repartía bofetadas, insultos y, además, nos tenía sentados más cerca o más lejos de ella en función de nuestro rendimiento académico: es decir, si sabías cuánto era 6 entre 2, pasabas adelante o mantenías tu puesto; si no, Mari Ángeles Zapata te lo quitaba, y tú a joderte si no veías bien la pizarra.

Creo que nadie habrá podido olvidar aquella tarde de la semana en que ella nos hacía dos preguntas de religión. Uno a uno pasábamos por su mesa y debíamos dejarle claro, coma por coma, que Dios era nuestro padre que, al menos entonces, estaba en el cielo, y que patatín, y que patatán. ¿Que se te olvidaba? Sin problema: leñazos y humillación pública. La próxima vez retendrías a fuego dónde vive Dios o cuáles son los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, que ni es santa, ni madre, ni casi que iglesia tampoco.

Reconozco que aún no he superado ese miedo irracional que sentía en casa justo antes de salir para el cole. Me despedía de mis familiares como si jamás fuera a verlos de nuevo. Éramos niños acobardados, muertos de miedo, que respondíamos al estímulo amenaza-aprendizaje. Esa pedazo de puta no sabe el daño que ha hecho. Ahora, cuando imagino a Paqui o a Ito en sus colegios, jugando con los alumnos y siendo algo así como compañeros de viaje en el difícil tránsito de la enseñanza, reconozco que me cuesta comprender cómo han podido cambiar tanto las cosas, si tampoco hace mil años de aquello.

En cuanto a la perra ésa, desconozco si vive o murió de rabia. Me pica la curiosidad. Aunque imagino que si en el infierno Hitler, Franco, Stalin y sus secuaces no se han puesto en huelga por tener que soportar a un bicho tan malo, pues será que todavía lo/la tenemos entre nosotros. A mayor gloria de ese santo mártir que es su marido y de ese hijo que, sin duda, se habrá vuelto maricón. Visto lo visto en casa, mejor no correr riesgos, ¿verdad?

martes, agosto 02, 2005

Un cabrón menos

Hoy es un buen día, sí señor. Pese al coñazo televisivo que han tenido que aguantar los saudíes, con cuatro canales de televisión recitando al unísono el Corán (menuda... jodienda). El rey Fahd la ha espichado. No sabía que estuviera tan grave, aunque mira tú por dónde a veces la vida te da sorpresas. Y agradables. Al enterarme de la noticia se me vino a la cabeza el día que nuestro rey fue a verlo a Marbella para darle dos besitos y ponerse a sus plantas. Poderoso caballero...

Sin embargo, ese hijoputa -el Saud, no el Borbón, aunque...- ya no va a pasearse de rositas por ninguna ciudad ninfómana como la costasoleña. Ha dejado de encabezar un gobierno injusto que, como sus miembros son ricos y amiguitos del Gran Satán, cuenta con el beneplácito de la comunidad internacional. Nunca volverá a putear a la mujer, que además de rematadamente humillada, padece síndrome de Estocolmo. No logrará con sus petrodólares que el integrismo wahhabí se instaure en los -antaño- tranquilos barrios de las ciudades occidentales. Y jamás volverá a joder la vida de los homosexuales que, allí también, son troceados por sentir de otro modo como esos cerdos que tanto odiaba.

Se va, en definitiva, un buen cabrón. Descansen en paz esos súbditos que lo han sufrido durante algo más de dos décadas, y a los que deseo lo mejor ante la llegada del nuevo rey: que, por lo visto, se diferencia del que ahora se agusana en que es 'conservador', jejeje. Descansen en paz las personas que claman contra la injusticia. Y descansen en paz todas los ciudadanos del mundo islámico que, directa o indirectamente, sufren el puteo constante de esta odiosa familia. A todos ellos, lo mejor. Al finado, sólo cuatro palabras: púdrete-en-el-infierno.