Mol, life and so on

miércoles, marzo 02, 2011

Guille




-¿Y cómo te sientes?
-Pues entre eufórico y asustado... más lo segundo que lo primero, creo.

Nunca antes habíamos hablado de una manera tan cordial, tan cercana. Guille y yo nos conocimos hace cuatro años, puede que un poco más, pero hasta el domingo pasado nuestra relación se había limitado a intercambiar mensajes de vez en cuando, y también alguna que otra sonrisa y palabras amables siempre que coincidíamos en los bares, cerveza en mano. Sin embargo, el fin de semana pasado todo fue distinto. Él se marchaba a vivir a Londres, puede que nunca volviera más que de visita, y yo conseguí ganarle el pulso a la pereza y a la tentación de quedarme en casa para salir con él, y con Chema, a tomar un café. Epílogo de una relación que no fue, o que al menos fue más cibernética que humana, y siempre peculiar.

Creo que es un gran tío: noblete, sincero, con las ideas más o menos claras, que sabe expresarse con corrección y escribe sin faltas de ortografías. Sabe mucho de animales y algo menos de plantas, pero es buscavidas y parece resolutivo. Actúa sin dudas como un chaval de recursos, que merece la pena y hace las cosas con ganas. Sin embargo, se ha marchado. Guille no podía más, y ha decidido que tal vez al otro lado del Canal de la Mancha haya un sitito para él: un empresario que sepa ver lo que yo observo siendo sólo un mindundi y le dé la oportunidad de ganarse la vida honradamente. ¿Es mucho pedir un puesto de trabajo moderadamente estable y bien pagado? ¿Sería un exceso de soberbia o un objetivo excelso la búsqueda de la realización personal en la actividad que más tiempo le consume a cualquier persona? Pues parece que en España sí lo es... y así nos luce el pelo, a quien lo tenga.

Triste destino el de un país que deja escapar a su gente por no poder ofrecerles una oportunidad para que pongan sus habilidades y conocimientos al servicio de todos. Triste evidencia la de una sociedad que ve escaparse el talento a modo de flujo por las rendijas de su parsimonia. Triste realidad la de un tejido político y económico incapaz de garantizar el desarrollo lógico del ser humano. Y por supuesto, triste futuro el que nos espera si el vecino del norte, hable francés, inglés o alemán, sabe ver lo que a nosotros se nos pasa por alto... y encima, lo aprovecha en beneficio propio ante nuestra cómplice indiferencia.

Triste, triste, triste, triste... Guillermo no quería ser astronauta: sólo asegurarse unos ingresos estables a fin de mes que le permitan hacer ciertos planes. Pero en esta España nuestra, eso es pedir demasiado. La perspectiva es un bien escaso. Por eso se ha ido: en avión, no a bordo de un tren de vapor ni con maletas de cartón atadas con cuerdas... pero Alemania, Francia, Suiza e Inglaterra siguen sacándonos las castañas del fuego cuando aquí nuestros gobernantes se quedan mirando a los cirros. Y lo peor de todo, y es lo que de verdad me preocupa, es que Guille no va a ser el único que venza sus miedos, sus inquietudes y sus reparos para decirnos adiós...

¡¡Mucha suerte, amigo!!