Mol, life and so on

domingo, agosto 27, 2006

Turbulencias


¿Alguien en este país no se ha enterado de que Madrid acoge durante estos días un congreso de matemáticos? Pues así es. Y por lo visto, la estrategica comunicativa de su servicio de prensa ha consistido en venderle a los medios la idea de que las mates son mucho más que números. Yo, que me quedé en el número i, tengo problemas para asimilar tal cosa.

Porque, citando un ejemplo: ¿alguien era consciente de que como dos y dos son cuatro, y mucho más, se sabe más del bombeo de la sangre o había escuchado que somos (el género humano, no yo) capaces de calcular si el próximo jueves lloverá o no en Cuenca? Pues aunque creo que no va a llover, al parecer las matemáticas refuerzan científicamente lo que Cuenca y yo tenemos tan claro.

Pero no me voy a poner a divagar sobre matemáticas a las tres de la madrugada. No. Lo que me trae a este escenario es una afirmación vertida por el presidente del susodicho congreso: al parecer, falta por descifrar un problema que, si supiéramos el resultado, facilitaría que entre otras cosas se evitasen las turbulencias. ¡Valgame el cielo! Desconozco si este buen señor se refería a las aeronáuticas o a las mundanas, pero el silencio cuasi-administrativo hace que albergue la esperanza de que sean estas últimas las esquivables.

Porque si a mí me dicen que existe una fórmula matemática para evitar todo aquello que me carcome, servidor manda La Celestina a hacer puñetas y le dedica su tiempo libre a Pitágoras, Poincaré y a sus muertos en vinagre. Eso sería 'lo más'. Hay días, como hoy, que uno se levanta con el pie izquierdo. Sin ganas de 'aguantar' a nadie. Sin deseos de ser soportado. Sin ganas de beber ni anhelo de vivir. Sin querer que te den la tabarra. Pensando que tu vida es un saco de boxeo, fácil de patear pero díficil de sacudir. Pensando que el resultado de este enigma sólo puede ser o cero o infinito. Diciendo que ya está bien de espacios vacíos y otras yerbas. Creyendo que no aportas, sólo restas, y sitiéndote además individuo en un mundo sobrado de clanes. Agobiado por el fracaso que tal vez no sea, incomprendido, inaceptado, no querido y deseoso de un cambio.

Si estas turbulencias son paliables a través de las mates, que alguien me explique la fórmula. Estaré encantado de escucharlo.

Por lo demás, y hasta que llegue ese día, me conformaré pensando que mañana volverá a salir el sol y las turbulencias, como la bruma, se disiparán. Al menos por el momento.

viernes, agosto 25, 2006

Buenos días, Majestad


Como ya le habrá informado su jefe de gabinete, ayer estuve en Zarzuela firmando los documentos que me convertirán, a partir del próximo día 1 de septiembre, en su flamante jefe de prensa. Quiero aprovechar esta carta que usted tiene entre sus manos para presentarme, y para decirle que me ha puesto en un brete nada más llegar. Pero vayamos por partes.

En primer lugar, mi nombre es Carlitos Sublime. Soy licenciado en Periodismo, experto universitario en Relaciones Institucionales y Protocolo, estudiante vitalicio de Filología Hispánica y puede que el próximo año por estas fechas, además, máster en Literaturas Europeas Comparadas. ¿Cosas muy dispares unas de otras? No, no se crea. Todo el saber se relaciona. Pero si así fuera, mi personalidad es un tanto... pues de ir picando, de un poco de todo.

Acumulo 8 ó 9 años de experiencia en asesoría de comunicación, aunque nunca pensé (ni quise) estar aquí. Mis objetivos eran otros, más mundanos, más sencillos, con menos parafernalias y viviendo mi propia vida. Pero estas cosas no suceden en la vida real (la que está fuera de Palacio), y uno no siempre puede elegir. Si no, otro gallo cantaría, y ahora sería un pijo redomao quien estaría aquí a su servicio. No yo.

El resto, lo irá descubriendo con el trato diario, aunque tampoco hay mucho más que le pueda interesar, dado que vuestra Majestad y yo mantendremos una relación exclusivamente profesional donde lo humano queda fuera. Así debe ser. Así lo pretendo.

No me considere atrevido, pero en mi anterior etapa laboral consideraba que a los clientes hay que decirles las verdades como puños, aunque duelan, si se les quiere ofrecer un servicio óptimo. Eso ha sido una máxima en mi gestión diaria, y también la razón que expuso ayer el jefe de la Casa Real como piedra angular para contar con mis servicios.

Así que, si me lo permite, y a pesar de que todavía no soy oficialmente su siervo, voy a dejarle una cosa bien clarita: usted puede ir al Mercadona cada vez que quiera, válgame el cielo. Ahora bien, como me vuelva a hacer declaraciones ante los medios mostrando su sorpresa por la "gran cantidad y variedad" de yogures que había en los refrigeradores del supermercado, le esperaré en su despacho con los brazos en jarra, como esposa marujona y rebotada con marido trasnochador. ¿Es que usted es tonto? ¿Es que no se da cuenta de que se pone en evidencia? ¿Es que no ha sopesado que los republicanos, entre los que me encuentro (las cosas claras), aprovecharán esa coyuntura para pensar que no tiene ni pajolera idea de lo que es la realidad social en España?

Porque Señor, en el Mercadona hay muchos yogures y de muchos tipos, pero en el Día muchos más, y más variados y sabrosos. ¿Ha probado el de coco y muesli? Se lo recomiendo. ¿Y se ha pasado por la sección de productos de limpieza? Pues iba a flipar. Hay un producto para cada cosa: toallitas para el frigorífico y el horno, pulverizador para la cal, la grasa, con aroma a limón, a cítricos y sin aroma, detergente con oxígeno activo, jabón de marsella, esencia de aloe vera y yo qué se qué más. Pero no lo diga, o parecerá que nunca limpia en casa, que no comparte labores con la reina y que usted se cree que el Fairy es el intérprete de "¡Ay mi torito, ay torito bravo!" Y por ahí no, que luego servidor tiene que dar explicaciones rocambolescas.

A mí, usted (perdón, vuestra Majestad) no me cae mal, a diferencia de lo que sucede con sus hijos. Sin embargo, creo que a veces tiene puntos raros para dárselas de gracioso delante de todos. Y a veces acierta, y otras falla. Porque eso de mostrarse sorprendido por los yogures de marras neutraliza, y de qué manera, sus méritos en la Transición y el 23-F, caso de que fueran tales. ¡Coño, don Juan Carlos!, qué se creía, ¿que todavía estábamos aquí tomando el Supremo de chocolate los sábados porque era un día especial? ¿Pensaba que no habíamos salido de los Danone y de los Yoplait más básicos, sin pedacitos ni na?

Dios, dios...

Ah, y otra cosa: sea amables con las cajeras, y pregúnteles si quiere por la madre, la abuela o el gato. Pero no por sus condiciones laborales o si están agusto en la empresa, como hizo en Mallorca hace días. Una máxima: no existe cajera satisfecha con su empleo, ni siquiera en el Mercadona. Están todas puteadísimas por mor de un trabajo que las tiene diez o doce horas al pie del cañón sin descanso, horas extra remuneradas o gratificaciones de otra índole. Pero eso no lo pregunte directamente a ellas, sino a mí o a otros de sus asesores. Recuerde que usted es el Rey de España, guste o disguste, y se le supone al tanto de la realidad que viven sus súbditos. Se le supone, al menos.

En caso contrario, tengo hueco esta tarde de 18:00 a 21:00 horas para ponerle un poco al tanto de unas cuantas carencias y necesidades que muchos españoles deben torear día tras día. Espere que miro su agenda... ¡Ah! Tiene sesión de navegación. Y con su pantalón rojo. Bueno, pues otro día... qué se le va a hacer... Váyase con su barquito, que hay prioridades y los españoles siempre pueden esperar. Lo llevan haciendo desde la Edad Media...

De momento, eso es todo, Señor. Quisiera que mantuviéramos una relación estrecha, cercana y de intensa colaboración, por el bien de mi país y de una institución, la monarquía, que si bien me parece anacrónica y sinsentido, es la que me paga cada fin de mes. A ver si con mi trabajo consigo que usted sea percibido como un rey verdaderamente 'progre' por sus hechos, y no por hacer preguntas estúpidas o comentarios vacuos que le ponen en evidencia. A usted, y a muchos de sus asesores. Igual podemos lograr que cuando vuestra Majestad, la reina o alguno de sus tres retoños salga en pantalla, cada vez sean menos los españoles que tuerzan el gesto y digan o piensan: "Dios, qué país".

Aunque lo veo difícil. Recuerden que todos ustedes son Borbones. ¡Dios, qué país!

lunes, agosto 21, 2006

Castilla y León: el sopor de la belleza

En las próximas semanas utilizaré mi blog para contar un poco experiencias viajeras de las últimas vacaciones, que como dije en un post anterior han consistido en una tournée por tierras castellano-leonesas. Una región que me encanta, a la que adoro, y que sin embargo me ha enseñado, a raíz de nuestro último encuentro, que en mi interior hay cosas que están cambiando. Me explico.

Hace unos años, cuando lograba unos días de vacaciones por la Feria de Abril, yo me iba a visitar monumentos románicos de aquellos lares. Un estilo artístico que, para quien desconozca el dato, no está presente en Andalucía (al menos, no en estado puro) por razones claras: en los siglos XI y XII, esto era territorio musulmán. A cambio, tenemos la Giralda.

Pues a lo que iba. Yo me dedicaba a recorrer iglesias y edificios de por allí, bajo la atenta mirada de algunas gentes que no se podía callar la pregunta: ¿Y qué hace un sevillano en Burgos, pudiendo estar en la Feria? Yo siempre respondía que disfrutaba más allí, viendo las agujas catedralicias trazadas por Juan de Colonia, que bebiendo fino o manzanilla en una caseta. Eran tiempos en que, para mí, la diversión iba casi indisolublemente unida a la cultura.

Creo que ese concepto va cambiando. Ahora, tras dos años de ausencia, he vuelto a Castilla y León. Lo paradójico es que esta vez he acabado un poco harto de arte. Un poco cansado de ver iglesias, más iglesias y villas medievales y, para terminar, más iglesias y alguna que otra plaza porticada. Reconozco que me he aburrido, que he echado de menos algunos lugares para salir por la noche, conocer gente, e incluso me he planteado en alguna ocasión que la playa, en estado puro o adobada con chiringuitos y zonas de ambiente, hubiera sido una elección más acorde con lo que me apetece en estos momentos.

Y es que muchas veces no sólo somos incapaces de escuchar a los demás, sino incluso de escucharnos a nosotros mismos, rigiéndonos por estereotipos que tenemos en nuestras cabecitas y donde nadie, ni siquiera los 'estereotipadores', están libres de pecado. Como a Carlitos le gusta el arte, siempre le apetece ver arte y a quienes les gusta el arte o la literatura no les gustan las discotecas, ni los bares, ni las copas ni trasnochar. Así de duros y de injustos.

A los que no me conozcáis, os aseguro que es la primera vez en mi vida que he preferido una juerga a un mosaico. Algo está cambiando en mí y, por primera vez en mucho tiempo, estoy escuchando a mi corazón; no aplicándole fórmulas matemáticas que siempre dan como resultados las mismas cifras.

Por lo que respecta a Castilla, permitidme un consejito doble: no vayáis nunca a Sahagún, ni tampoco a Soria. Sentiréis que la frustración derivada del tiempo perdido inundará vuestros cuerpos desde los pies hasta el último cabello. A cambio, sí os recomiendo una visita breve a Calatañazor, y una toma de contacto con el Cañón del río Lobos, así como la contemplación en silencio de la Laguna Negra, un espacio mítico y legendario. Todo ello, en la provincia de Soria. Eso sí: preparad la cartera. Soria es considerablemente más cara que Sevilla...

...pese a que la capital andaluza es, como todo el mundo sabe, el centro del universo...

miércoles, agosto 16, 2006

La llave de tu alma


Sigue mostrándome tus manos. Grandes, fuertes, recias, cálidas. Manos que saben amar y acariciar. Manos que hacen gozar. Manos que tiendes sin condiciones cuando las busco.

Sigue mostrándome tus ojos. Bocetos de un espíritu inmenso que alberga más de lo que enseña. Que enternecen y cautivan a partes iguales. Que hipnotizan.

Sigue mostrándome la piel, donde se fijaría la seda para adquirir suavidad.

Sigue mostrándome tus brazos, donde levito y me pierdo.

Pero, sobre todo, muéstrame el camino. El camino que conduce a la llave.

Lo quiero, lo deseo. Lo necesito.

viernes, agosto 04, 2006

Descenso al Purgatorio


Aquí estoy, ya de vuelta. Como Dante, en poco tiempo he pasado por dos estados antagónicos: ayer en el paraíso (sólo Chema y yo sabemos por qué, jeje) y hoy... de nuevo en la oficina, a 150 kilómetros del cielo. Qué le vamos a hacer, supongo que son realidades que en mi vida se retroalimentan, y sin purgatorio laboral no habría un posterior paraíso vacacional para, seguidamente, retornar como alma en pena sin perder la esperanza de volver cuanto antes al paraíso. Un lío, pero es así.

Este año, en cualquier caso, he decidido que algunas cosas deben cambiar. Y van a cambiar. No tiene sentido que sobrevivamos durante un año con la esperanza de vivir, y digo vivir, tan sólo quince días. Debe cambiar mi actitud hacia este trabajo, que no me gusta nada, o en su defecto buscar la oportunidad para dar el salto a otro sitio donde me sienta mejor y más valorado.

Otra cosita. Algo fundamental, al menos para sentirme bien, es dar pequeños pasitos hacia el encuentro conmigo mismo. Por citar un ejemplo: siempre he tenido ganas de hacerme un tatuaje, y no me he atrevido por el qué dirán, porque mi mundo laboral de chaquetas y corbatas es totalmente ajeno a tatuajes, piercings y pulseritas, porque... pero yo no puedo sentirme ajeno a mi propio cuerpo. Así que lo haré. No en el antebrazo, ni en la nuca, ni en un sitio descaradamente visible (que tampoco me gusta), pero sí. Me lo haré. Y puede que algo más.

Por lo que respecta a mi viaje y a las vacaciones en general, ya os iré dando detalles en sucesivos posts. Aquí sólo quería deciros que he vuelto, que he seguido la evolución de los blogs de los amigos cuando he tenido oportunidad... ¡¡y que viva agosto!! Casi cinco horas en la oficina, y no he tenido ni una llamada. Bendito sea el Señor...