Mol, life and so on

miércoles, noviembre 29, 2006

El Ebro


No. No voy a recordar aquí los apuntes de la EGB, cuando la señorita Felisa nos decía que el Ebro es el río más caudaloso de España, nace en Fontibre y desemboca en Deltebre. Hoy no toca geografía. A cambio, sí que voy a hablar de una moneda que tal vez a niveles macroeconómicos haya sido una bendición, pero que nos está puteando el bolsillo de mala manera: me refiero, claro está, al ebro. ¿O es que nunca habéis escuchado clamar en los mercadillos "tres bragas, un ebro"? Pues os lo recomiendo: es una experiencia sociológica de primer nivel.

Reconozco que, como buen novelero, yo fui uno de los tontos que en la madrugada del 1 de enero de 2002 se plantó frente al cajero para sacar veinte euritos. Y cuando llegué a mi casa, sobre las 8 de la mañana, desperté a mi madre para lo viera y lo tocara. Como servidor además es idiota, esa noche salí a la calle cargando con la bolsita de monedas que había adquirido en el banco un par de días antes y, así, pagar las primeras copichuelas del año con propimores más propios del Monopoly que de la vida real. Me hacía ilusión. Aquello era como un gran juego en el que todos participábamos.

Yo que entonces ejercía mucho de viajero, descubría en el euro una comodidad increíble: de hecho, ese verano había estado en Europa del Este portando en los bolsillos moneda de cuatro países diferentes: marcos finlandeses y alemanes, francos franceses que le birlé a Air France en París por su incompetencia y, por supuesto, pesetas. Un show, porque tendríais que haberme visto paseándome por esos lares con unos pantalones cortos llenos de bolsillos, un mochilón a mis espaldas y, por todos lados, billetes rojos, azules, verdes, con una oca pintada, con la cara de un político decimonónico, con inventores, con los Reyes de España...

En ese contexto, el euro ofrecía tranquilidad. Lo malo es que no es oro todo lo que reluce, y a este león casi nadie lo pintó fiero, sino todo lo contrario. Básicamente, sus contraindicaciones fueron dos: subida brutal y generalizada de precios en hostelería, bienes de consumo, y una cierta influencia -digan lo que digan- en el precio estratosférico que hoy tiene la vivienda.

Os pongo un ejemplo: mi amigo Craso y yo íbamos hace años a comer con cierta frecuencia a Il Forno, un restaurante italiano que tenemos en Sevilla. Casi siempre tomábamos las mismas cosas: un plato grande de pasta para cada uno, ensalada y pizza al centro, bebidas, tiramisú de postre y un capuchino para rematar la faena. Nunca por más de 2.500 ó 3.000 pelas por persona. Y como estábamos currando y vivíamos como reyes, nos lo podíamos permitir. Ahora, cinco o seis años después, ese banquetazo no te sale por menos de 40 euros: osea, más del doble.

Otra cosa curiosa es el desayuno callejero. Ayer empecé a sospechar que en Sevilla debe de haber una asociación de hosteleros de la tostada con aceite y jamón, porque si no, no se explica: vayas donde vayas, no te tomas café y tostada con las susodichas joyas gastronómicas por menos de 2,50 euros: 415 pesetas, aproximadamente, al cambio. Hace no mucho, si en un bar te pedían eso por desayunar, directamente llamabas a los municipales. Ahora, algo se nos ha ido de las manos... o un tornillo de la cabeza, pero está claro que no funciona.

Menos mal que, a cambio, han empezado a proliferar supermercados económicos, como el Plus con sus chiquiprecios, el Lidl, el Dia, el Mercadona y unos cuantos más, donde uno puede comprar cuatro cosas a buen precio y sobrevivir como Dios le da a entender. Y menos mal que nos siguen quedando mercadillos donde escuchar "a ebro, a ebro". Porque de lo contrario, el Gobierno tendría que dar el visto bueno a otras nuevas formas de familia, como el trío o la comuna: mientras más gente aporte, más esperanza tendremos de llegar a fin de mes. Pero eso sí: a cambio, ahora somos muy europeos. Aquí el que no se consuela...

miércoles, noviembre 22, 2006

¡¡LO SABÍA!!




Por fin tengo un documento que lo acredita. No, monseñor. Ahora no lo va a poder negar por más tiempo. Así que déjese de pamplinas, de Forros de la Familia y váyase a Barcelona para pedir la libertad de Carmen de Mairena. Que al menos ella sí es coherente y no niega lo que es: un auténtico mariconazo. Como todos ustedes, los men in black. Y a mucha honra, ¿no les parece?

Saludos

Carlitos

martes, noviembre 14, 2006

Español-Mimamá, Mimamá-Español


Pues sí. Va a llegar el día, y no tardará mucho, en que la familia Sublime necesite un diccionario para entender a su matriarca. Doña Concha, en adelante Mimamá, tiene en el oído un filtro muy útil que le permite adaptar los vocablos a sus propias estructuras mentales. Y claro, como ella no sabe inglés, pero esta lengua está metida hasta en la sopa, Mimamá tiene la necesidad de opinar sobre un montón de cosas del día a día que, sin embargo, a ella le suenan a chino. Y a nosotros también: sobre todo, después de que ella le aplique sus propias variaciones y haga la pertinente traducción Inglés-Mimamá.

Algunos ejemplos resultan dignos de unas olimpiadas lingüísticas:

-“Vaya tela la cantidad de dinero que le van a pagar al futbolista ése nuevo del Madrid… el Batman ése”.
-“¿Quién, mamá?”, pregunté, temiéndome lo peor.
-“Hijo, el Meta. El novio de la tonta canija”.

Osea, David Beckham. Se ve que el deporte es lo suyo. Otro día me da una noticia de tenis:

-“¿Te has enterado de quién ha ganado el Windows?”. ¡¡Toma ya!! Se refería a Wimbledon, claro.
-Ummm…¿Bill Gates?
-Uy, ¿pero el feo ése juega al tenis?
-No, mamá, era broma. ¿Quién ha ganado?
-Un español (¿¿??), el muchachito mono que tiene dos niñas.

Lo di por imposible, porque ningún español había ganado, pero es que además, según una descripción pormenorizada que hizo luego, el muchachito mono sólo podía ser Alex Corretja –que no sólo era mono, sino que estaba como un queso, y os lo digo yo que he hablado con él personalmente un par de veces-, pero las dos niñas las tiene Albert Costa, que mono, mono, lo que se dice mono… Todavía me pregunto qué cable se le cruzó aquel día.

…y para anécdota cachonda, la de Finidi: un jugador nigeriano que había en el Betis, y al que ella bautizó desde el principio (sin pretenderlo, as usual) como Minini. Claro que, como era negro, igual pensaba que ese pedazo de gato traía mala suerte y por eso el equipo bajó a Segunda. Aunque a ella le caía bien… y eso que no le gustan los gatos. Curioso…

Sus anécdotas trasciende lo deportivo. Un día, en un bar, le pregunto:

-“Mamá, ¿qué quieres tomar?
-Una COCAFANTA
-¿De la naranja, o de la negra?, pregunté cargadito de paciencia.
-¡De la naranja, claro!, respondió un tanto indignada

Ahora mismo son las que recuerdo, aunque hay tantas como para hacer un libro. Sin embargo, mi madre no es la única. La suegra de mi amigo Amparo, vecina de mi madre durante 45 años, dice cosas parecidas. Ella opina que lo mejor para las reacciones alérgicas es una inyección de Zurbarán (osea, Urbazón, que si no le da al paciente por pintar angelotes), al tiempo que lamenta la retirada de ese gran futbolista portugués del Madrid que se llamaba como su maceta: Ficus.

Pero su cenit llegó con el viaje a Londres de hace un par de años: Amparo y su novia decidieron llevarla, pa que viera mundo. Y ella encantada, claro está. En el hotel se ponía a ver la BBC, y he aquí que cierto día emiten un reportaje sobre el gobierno de Margaret Thatcher. En inglés, obviously. Ella, que no sabe ni yes en la lengua de Shakespeare, se lo tragó enterito, haciendo gestos con cara y manos. Como si lo estuviera entendiendo todo. Hasta que al final rompe el silencio español para decir muy alegremente:

“Míralo, míralo, si yo lo sabía. Mira lo que ha dicho. Que cuando se murió su marío, a ella se le quitaron las ganitas de vivir”. Todo esto, con la faz compungida.

Antológico. Aunque no menos que cuando averiguaba, por ciencia infusa (suponemos), el tiempo que iba a haber en Sevilla mientras en la tele salía, con nubes y soles, el mapa de Gran Bretaña. ¿Nos hemos trasladado al norte? Pues según esta buena señora, parece que sí. Tal vez por eso llueva tanto últimamente…

En fin: el anecdotario, como decía, puede ser infinito. Pero dejémoslo aquí por ahora. Eso sí, prometo volver con una segunda parte cuando recuerde otras gestas.

lunes, noviembre 06, 2006

El cortijo


Hace unos días, mi jefe me pidió que acudiera solo a una reunión convocada entre uno de mis clientes y parte de la Administración Pública andaluza (no entraré en más detalles por razones obvias). Allí me reencontré con una vieja compañera de la facultad que, si bien rajaba del poder y sus esbirros cuando iba a la facu en bici y con pinta de hipilona, ahora come de ellos cobrando... pues como el doble que yo. Fue una sorpresa verla allí, después de tanto tiempo.

Nunca me resultó simpática. A la gente como ella los apodábamos 'la mafia', pues los miembros de este clan se daban golpes de pecho en pos de la libertad de conciencia mientras que, por otra parte, se apoderaban de todo lo que oliera mínimamente a prácticas empresariales, a dinero en forma de subvenciones... o a poder. ¿Habéis leído 'Rebelión en la granja'? Pues justo eso.

Ahora, diez años después, me la topo en la vida laboral. ¡Qué alegría le dio verme! ¡Joder, si fueran sentimientos verdaderos, yo sería un tío afortunado! La pena es que era teatrito, delante de sus jefes, para simular un conocimiento mutuo que no era tal (en muchos aspectos de la vida hay que parecer amig@ de todos, que se controla la situación por todos sus prismas, o eso debió de pensar mi colega). No voy a detallar lo que allí se habló, pero sí a enunciar parte de sus consecuencias: la Administración, a través de su perra de presa, ha querido utilizar la información en beneficio del partido que la copa, y cuyo nombre no necesito recordar en estas líneas: basta recordar que esto es... Andalucía. Y que Andalucía es su cortijo. Especialmente, el cortijo de don Gaspar Zarrías.

Reconozco abiertamente que la oposición a este partido y un servidor somos como el sodio y el agua, generándose violentas reacciones cuando ambos nos acercamos. Sin embargo, estoy deseando que alguien, por caridad de Dios, y por el bien de mi tierra, desocupe los sillones que estos pájaros calientan desde hace un cuarto de siglo. Aquí, el carné del 'partido' ya hace falta hasta para jugar al tenis.

Un ejemplo: hace unas semanas se filtró a los medios el contenido de una bolsa de trabajo para la televisión autonómica a la que yo me presenté, allá por 1998. Pues bien, una pregunta, desde mi ignorancia y mi suspicacia: ¿cómo es posible que la editora (sí, editora) de un conocido programa esté, aproximadamente, 350 puestos por debajo mía en una lista de poco más de 1.000 aspirantes? Yo no rechacé ese empleo, ni siquiera me llamaron para entrevistarme. ¿A que huele mal? ¿Y no será porque esa buena mujer, de cuyos méritos dudo, es hermana de uno de las tres primeras figuras del Gobierno andaluz? Ummmm...

Aquí, en Andalucía, el Gobierno y el partido se confunden desde hace mucho. La corrupción es galopante, el uso malintencionado de los recursos públicos y el chantaje a particulares y empresas privadas están a la orden del día, y uno se pregunta si llegará la jornada electoral en que monten a los ancianos en un autobús y los lleven a votar después de un desayuno copioso. Como sucede en el bananero México con el PRI.

A veces un profesional como yo, que trabaja y punto, tiene que soportar que una perra política como mi ex compañera le diga "Tú haces lo que yo diga", creyendo que todo gira en torno a los partidos, a SU partido. Claro que ella puede recibir una respuesta mía del tipo: "Si me pusieran las tías y no le fuera fiel a mi pareja, te pediría ahora que te pongas de rodillas; el resto, es mi respuesta". No fui así de borde, pero me expresé en términos parecidos. Desde entonces, estamos en pie de guerra.

No sé adónde vamos a llegar. La política, al menos aquí, es más un sálvese quien pueda que un servicio al ciudadano. Un 'me voy a garantizar los cuartos de por vida', antes que 'voy a transformar la realidad social, a darle oportunidades a quienes las merezcan y a modernizar, ahora sí, los municipios que componen esta región'. A veces he estado tentado de dar el salto, pensando que puedo aportar, que puedo hacer cosas. Sin embargo, mi experiencia profesional con este ganado -y no es poca- me dice que no podría soportar ese tipo de presión. Supongo que a mucha gente le ocurrirá lo mismo. Y al final, gobiernan los imbéciles. Así nos va.