Mol, life and so on

jueves, octubre 29, 2009

Radiografía del alma




Born on different sides of life
We feel the same
And feel all of this strife
So come to me when I’m asleep
We’ll cross the lines
And dance upon the streets


SPANDAU BALLET
"Through the barricades". 1986.

Feliz séptimo aniversario, vida mía. Seguimos caminando...

jueves, octubre 15, 2009

De incertidumbres



Reconozco que me puede. El hecho de no controlar todas las variables le gana el pulso a mi ánimo, y hay veces que me pongo muy muy nervioso cuando la vida misma me sitúa ante un cruce de caminos. Elegir es ser adulto, supongo. Pero cuesta… porque toda elección implica al menos un rechazo, y no siempre se está preparado para afrontarlo. Cuando era pequeño, una de mis aficiones favoritas consistía en tirarme al suelo, como un lagarto. Y cuando alguien cruzaba, para ir al baño o a beber agua a la cocina, yo me enganchaba a su pierna para que me ‘paseara’.

A veces siento que la vida me ha devuelto a mí la moneda, que ahora es ella la que juega conmigo. Tengo la impresión de que, por donde quiera que paso, hay alguna circunstancia más o menos juguetona que me coge del tobillo para reírnos un rato. Y puedo con una, o con dos… pero cuando llega la tercera, debo o bien tratar de prescindir de una de las anteriores, o bien tirar de las tres. Matemáticamente opto por esta fórmula… y claro, me reprocho no tener fuerzas para todo. A partir de ahí me pongo nervioso.

Vivir es elegir, es tomar decisiones, lo sé conscientemente. Pero a veces, qué paradójico, resulta más cómodo perderse en el marasmo que te hace sufrir que elegir otras alternativas. O al menos, aflojar lo que vivimos como ataduras, con independencia de que lo sean o no. Creo que a veces percibimos nuestras circunstancias –así, en general- como una posesión: “Son MIS circunstancias, MI trabajo, MI pareja, MI familia, MIS amigos, MI casa, MIS perros y MIS estudios”. A veces, todas vividas con alegría, otras enganchadas al tobillo. Va por rachas, por días… en ocasiones, por minutos, casi. Tengo la impresión de que redefinir mi relación con algunas de estas variables implicará una pérdida, un desgaste que no me apetece afrontar… cuando hay otra realidad: me dan miedo las incertidumbres que se derivan de tomar decisiones. Y brota la parálisis.

Tal vez por eso, desde muy pronto, me planteé ser funcionario. Y puede que aún no lo haya conseguido porque algo dentro, muy dentro, me dice que treinta o cuarenta años haciendo lo mismo no va con mi carácter, por mucho que se anulen las incertidumbres laborales. O a lo mejor es que aún no he encontrado algo que verdaderamente merezca la consagración de toda una vida laboral –esto, por la carga de titubeo que posee, es lo que más me pesa-. Tanto ‘MIS’ enganchado a la pantorrilla paralizaría a cualquiera. A mí, además, me acelera el corazón la constante contraposición blanco-negro.

Lo más fácil sería aprender a vivir todo eso como valores que uno administra como quiere, sabe o puede. En ocasiones se acierta, y en otras no. Pero así es la vida. Todo resultaría más fácil si fuera capaz de vivir mis circunstancias con un poco de incertidumbre; de asumir que la incertidumbre es bella, como la arruga; y que cada una de estas incertidumbres hace emerger una oportunidad y, a través de ella, la sensación de estar vivo, de ir dando pasos. Pero pasos libres, sin ataduras: porque buena parte de nuestras circunstancias las elegimos nosotros, y sólo nos atan si las malvivimos. Otras son malas de por sí, y habría que eliminarlas: pues hasta eso asusta, a veces.

Extirpar lo malo para implantar en su lugar algo bueno, con independencia de que esto último pueda no arraigar. ¿Pero cuál sería entonces la solución? ¿Dejar permanentemente lo malo? Lamentablemente, en muchos casos he optado por esto.

Es hora de empezar a cambiar. A entender que la incertidumbre, por mucho que me chirríe ahora mismo, puede ser la mejor de las certezas. Ahora sólo hay que aprender a asumirlo... ¿alguien me dice cómo?