Mol, life and so on

lunes, marzo 26, 2007

¿Un pañuelo?


Dios, qué grande es el mundo... y qué poquito he visto aún (sólo lo que está marcado en rojo). No sé si la vida es suficientemente larga para conocer a fondo los cinco continentes, pero las vacaciones desde luego no. Y la cartera... menos. En fin, poquito a poco. Siempre digo que lo mejor de los viajes no es necesariamente el destino, sino las vivencias del camino.
Gracias, Mugalari, por el enlace. Ere un só.

lunes, marzo 19, 2007

Your post



Parafraseo el título de esa canción eltonjohniana que tanto me gusta, y que he recuperado en el consciente después de haberla pinchado decenas, puede que centenares de veces, en una emisora municipal de radio. Y no lo hago porque sueñe que tú y yo volaremos algún día sobre los tejados de París, cantando y abrazados bajo un paraguas rojo y con la Torre Eiffel como testigo, sino porque esa canción sintetiza mi verdad en un par de versos, en un estribillo atrevido y sincero que reconoce lo maravillosa que es mi vida ahora que tú formas parte de ella. Pues eso…

Hacía mucho tiempo que no te dedicaba unas líneas. Paradójico, si tienes en cuenta que te consagro muchos instantes de pensamiento al día. Tenía ganas de escribirte, de homenajearte, de rendirte un tributo sincero y humilde, sentido. Pero no brotaban las palabras. Tal vez, porque los escombros impiden ver la luz del sol. O quizá porque estas cosas nunca son fáciles. Pero hoy tengo la necesidad de consagrarte este espacio, porque lo mereces, porque así lo quiero… y porque hoy es tu día.

No pretendo, sin embargo, poner en negro sobre blanco mis sentimientos sobre ti, ni reflejar lo que te quiero, pues ya lo sabes. Esa es mi intención, aunque a ver cómo termino… En principio vengo, más bien, a rodearte con mis brazos, a apretarte con fuerzas y a fantasear imaginando que duermes sobre mi pecho, con los latidos de mi corazón como única melodía. Vengo a decirte que las palabras, como decía El Principito, son fuente de malentendidos, y que sobran cuando la esencia de una simple mirada opta por desbancarlas al cajón desastre del diccionario.

Por eso, vengo a tenderte mis manos, a ofrecerte mis brazos, mi mirada, incluso las frustraciones, la apatía o las lágrimas vertidas en el silencio de una noche cualquiera, tras recordar que en ‘Viceversa’, Benedetti esboza mi espíritu. Pero amanece y me miras, y me reflejo en un universo de tonos verdes, grisáceos. Te toco, y levito. Te beso, y me pierdo. Nos gozamos, nos queremos, nos fundimos… y siento, siento, siento. Y las nubes se disipan, el sol brilla con más fuerza y pienso, una vez más, que las tormentas son necesarias para fertilizar la tierra que hace brotar el color.

Te quiero, Chema. Por encima de las dudas, por encima del orgullo, por encima del amor propio. Te amo. Sobre la alfombra del pasado, de nuestras vivencias, de nuestras percepciones. Por encima de temores, desganas y ansiedades. Te amo. Por encima de los miedos. Te quiero.

Por encima del futuro...

“Al amor lo pintan ciego y con alas:
ciego para no ver los obstáculos, y con alas para salvarlos”

Jacinto Benavente

jueves, marzo 08, 2007

El chico del gimnasio



Reconozco que la anécdota fue graciosa. Ya lo había visto por allí en un par de ocasiones, siempre llegando al borde de las diez de la noche, corriendo y un tanto fatigado, como si le fuera la vida en esos poco más de 45 minutos que podría estar empujando hierro. Flacucho, feorrillo, espigado y con la cara llena de acné, es un híbrido de Pumuki y de Fidel, el chavalito marica de Aída. Y, por su forma de extasiarse con el ganao y por otros detalles, a mí me da que este chico también es del gremio...


En alguna ocasión lo había visto mirarme. No sólo a mí, creo que nos mira a todos, siempre con ese aire timidín que caracteriza a quienes, con poco más de 18 años, empiezan a contactar con su verdadera sexualidad tratando siempre de pasar desapercibidos en un entorno tan presuntamente viril como un gimnasio. Sin embargo, lo de anoche fue un puntazo.


Hagámonos una composición de lugar: eran las 22:30 horas. Los vestuarios están en la planta baja, donde servidor permanecía solo. Arriba, en la sala de máquinas, apenas quedaba alguien más, aparte de mi joven amigo. Pasados unos minutos, cuando estaba secándome aún dentro del habitáculo de la ducha, escuché que alguien entraba. Terminé, y envuelto en una toalla (tachán, tachán) me dirigí para vestirme al pasillo, estrechísimo, donde se alzan las taquillas. Apenas hay un metro de separación entre las puertas de éstas y la pared de enfrente. Y al final de ese pasillo, una puerta da la entrada a un cuartucho con váter.


Pues bien: antes, mientras me secaba, mi compañerito se había dirigido directamente al retrete. Yo no le vi entrar. Y cuando salió, se encontró con un tío taponando el pasillo por donde él debía pasar para llegar a la ducha. Un tío, osea yo, al que había mirado en repetidas ocasiones y que estaba allí, delante suya, en toda su plenitud, sin toalla que cubriera ya las partes impudicas, ni molestos testigos alrededor, ni na de na. Previamente, al escuchar que se abría la puerta del retrete, miré para comprobar a quién le estaba yo estorbando para pasar, y al ver que salía el chavalito, le sonreí con un gesto de complacencia.


Por un instante se le cambió la cara, y noté que se excitó... huelga decir por qué. Sus facciones eran un poema: casi empezó a temblar, a sonreír, a preocuparse porque estaba dejando en evidencia lo que sentía, a pensar -tal vez- que nunca había visto tanto pelo y tanto músculo juntos (jajajaja)... el caso es que el muchacho reaccionó de la peor manera posible: con aspavientos, puso los brazos en cruz, muy pegaditos a la pared, y pasó detrás de mí caminando de lado. Es muy evidente que perseguía a toda costa evitar el más mínimo roce conmigo, no fuera a ser que yo pensara que quería meterme mano, o algo peor: que siente como yo ;) Aunque claro, eso él no lo sabe...


Al final, se acabó metiendo en la ducha -no sé si optó por el agua fría, jajaja- y yo me fui a recoger a Chema a la estación, pensando que al pobre chaval todavía le quedan cosas que asumir... ¡y también que este tipo de situaciones vienen muy bien para la autoestima, qué coño!


...y vosotros diréis: ¿y a cuento de qué pone éste una foto de Chris Evans? Porque leches, ya que me quedo solo y desnudo con un tío en el vestuario subterráneo de un gimnasio casi desértico, bien que podría haber sido él. Injusta que es la vida...

sábado, marzo 03, 2007

El perfil


Lo que son las cosas. Hace unos meses, colgué un perfil en una web eminentemente gay donde los usuarios buscan conocer gente y no sólo para sexo, sino también para hacer amigos, charlar de la vida, de los asuntos de pareja -tan sui generis en este lado de la acera-, etc. Digamos que uno tiene la opción de tirarse a medio mundo o de comportarse como una monja teresiana. Y mi perfil, para qué negarlo, es bastante light.


Encabezado por una imagen de la cara del David de Miguel Ángel, empieza diciendo que busco conocer gente para charlar, hablar de literatura, de política, de parejas, etc., dejando claro que tengo novio y que NO busco sexo. De hecho, he conocido a gente bastante maja, incluso en el mundo de la blogosfera, ya que también incluía un enlace a éste donde tú estás ahora -algunos, de hecho, me visitan con cierta asiduidad, y yo a ellos-.


Hasta ahora todo iba en orden. Cierto que al principio hubo una avalancha de proposiciones de todo tipo, algunas encantadoras, pero la cosa se calmó hace un tiempo. Sin embargo, el pasado finde un par de tíos buenorros me preguntaban si "tenían alguna posibilidad conmigo". ¡¡Joder, ojalá!!, pensé medio en broma. Pero yo sabía que no tengo nada que hacer con ellos -no creo que sea el tipo de ninguna musculoca- y daba por hecho que, viendo mi perfil, estos dos señores pensaban lo mismo.


Pero no. Insistían. Les puse una notita diciendo que me parecía interesantes, sabiendo a priori que no iban a responder. Di un paso más, con un "hola, qué tal?". Y nada. Se ve que esperaban una postura (uy, he dicho postura, jeje) más rotunda. Y decidí ponerlos a prueba (a veces soy así de...). Así que les mandé el que esperaban:"Me gustaría follar con vosotros". Sabía que ahora sí iban a responder. Aunque lo que más me ha sorprendido ha sido, precisamente, el contenido de su respuesta: "Para follar con nosotros, debes cumplir tres requisitos: a) Tener un cuerpazo, b) Ser guapísimo, c) Enviarnos fotos tuyas. Sólo así consideramos la posibilidad de que follemos".


Por supuesto, no les he respondido. Podría haber optado por un "iros al carajo", "esto era todo una prueba", "no me interesa", etc. Sin embargo, he decidido no molestarme en dirigirle la palabra a quien no lo merece. Si quieren buscar sexo, seguro que saben dónde encontrarlo. Es asunto suyo, y una opción tan respetable como cualquier otra que no hace daño a nadie. Lo que no puedo entender es por qué molestan a quien de antemano deja claro que no quiere seguir ese camino. El respeto no es precisamente eso. ¡Ah! Y además, incluso aunque estuviera dispuesto a cometer una infidelidad, si me ponen condiciones... pues como que no. Mi dignidad personal está por encima del polvo del milenio.