Mol, life and so on

martes, marzo 31, 2009

Éxtasis en la Cueva del Soplao (Cantabria)



Caminaba. Era un pasillo oscuro, largo, húmedo, ligeramente frío. Sigo sin saber qué hacía allí, pero no lo evité. En el fondo, no dependía sólo de mí, aunque tal vez pude haber puesto en valor mis prioridades: por ejemplo, Santillana del Mar. Al final entré, no sin ciertas precauciones de pseudoclaustrofóbico, aunque me tranquilizó saber que los techos eran altísimos. La luz fue mera ilusión durante un tiempo que se hacía eterno, todo oscuridad y espacios poco acogedores. La situación se prolongaba más de lo preciso. Ni fu ni fa. Aquello era indiferencia y falta de luz, a veces inquietante, siempre desconcertante. Definitivamente los pasillos hay que atravesarlos para llegar a una estancia, aunque prefieras otras vías.

De repente escuché música. ¿Allí? No la esperaba. Sí, era música. Un réquiem. Casi sin pretenderlo, me topé de bruces con un techo tan bajo como increíble, un cielo subterráneo luminoso en azul y blanco, repleto de formas mágicas, imposibles. Luz, paz, belleza, vivencias. ¿Allí? ¿Así? Era increíble. A veces, amanece cuando menos lo esperas. Y te pilla donde ni atreverías a imaginarlo. Luz bajo tierra y al final de un largo y oscuro pasillo; ¿acaso no es una invitación al optimismo?

…ahora me pregunto si esta vivencia, real, es una metáfora de mi propia vida. ¡Ojalá!