Mol, life and so on

martes, agosto 09, 2005

Reyes vs Cándida (part two)

...y como no hay mal que se prolongue cien años, pero bien tampoco, a 1ºA le llegó su San Martín en forma de señorita Cándida. Del paraíso al infierno, sin purgatorio que haga las veces de transición. Esta catalana estaba casada y tenía un hijo, Jesús. Entonces, ¿por qué vestía siempre de luto? No hay duda: por la bondad de su alma. Era una hijaputa de manual: vestido con lazo hasta el cuello, collar y pendientes de perlas, falda por la rodilla o más abajo incluso -no fuera a asomar el labio, jajaja-, gafas de montura gruesa y oscura, etcétera. Al alcance de su manita derecha tenía siempre una regleta que, golpeada incesantemente sobre su vieja mesa de madera, creaba una atmósfera sonora acojonante. Repartía bofetadas, insultos y, además, nos tenía sentados más cerca o más lejos de ella en función de nuestro rendimiento académico: es decir, si sabías cuánto era 6 entre 2, pasabas adelante o mantenías tu puesto; si no, Mari Ángeles Zapata te lo quitaba, y tú a joderte si no veías bien la pizarra.

Creo que nadie habrá podido olvidar aquella tarde de la semana en que ella nos hacía dos preguntas de religión. Uno a uno pasábamos por su mesa y debíamos dejarle claro, coma por coma, que Dios era nuestro padre que, al menos entonces, estaba en el cielo, y que patatín, y que patatán. ¿Que se te olvidaba? Sin problema: leñazos y humillación pública. La próxima vez retendrías a fuego dónde vive Dios o cuáles son los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, que ni es santa, ni madre, ni casi que iglesia tampoco.

Reconozco que aún no he superado ese miedo irracional que sentía en casa justo antes de salir para el cole. Me despedía de mis familiares como si jamás fuera a verlos de nuevo. Éramos niños acobardados, muertos de miedo, que respondíamos al estímulo amenaza-aprendizaje. Esa pedazo de puta no sabe el daño que ha hecho. Ahora, cuando imagino a Paqui o a Ito en sus colegios, jugando con los alumnos y siendo algo así como compañeros de viaje en el difícil tránsito de la enseñanza, reconozco que me cuesta comprender cómo han podido cambiar tanto las cosas, si tampoco hace mil años de aquello.

En cuanto a la perra ésa, desconozco si vive o murió de rabia. Me pica la curiosidad. Aunque imagino que si en el infierno Hitler, Franco, Stalin y sus secuaces no se han puesto en huelga por tener que soportar a un bicho tan malo, pues será que todavía lo/la tenemos entre nosotros. A mayor gloria de ese santo mártir que es su marido y de ese hijo que, sin duda, se habrá vuelto maricón. Visto lo visto en casa, mejor no correr riesgos, ¿verdad?