Mol, life and so on

lunes, enero 30, 2006

La independencia



Por fin se ha consumado. Dicen por ahí que cada vez son menos los jóvenes españoles que abandonan el nido paterno antes de los 35. Yo, desde el viernes, estoy en ello. Y la verdad es que me siento muy raro. Un amigo recordaba no hace mucho el lote de llorar que se pegó cuando se fue a vivir con su novia: no porque la chica fuese inmerecedora de tal honor, sino por dejar atrás las mismas paredes que lo habían acogido, junto a tu madre y hermanos, durante tantos y tantos años. No me ha dado por ahí, todavía; aunque sí le arreo vueltas al coco pensando en la soledad, en cómo ha evolucionado mi vida, en el futuro, en si seré capaz...

La del miércoles fue mi última noche antes de independizarme. El jueves y el viernes me quedé con Chema, y el sábado ya en mi nuevo hogar. Así que el miércoles fue un día histórico para mí. Curiosamente, esa madrugada que hacía las veces de epílogo a mi vida en casa de mis padres (qué raro me suena) soñé con un antiguo amor, con un chico que me encantaba en mis años mozos del bachillerato. ¿Qué habrá sido de él? ¿Y por qué acodarme de Francisco después de tantos años de contacto perdido? Pensando lo que no tiene sentido pensar, concluí que pudo ser un toque de atención que me daba el subconsciente: se acabó la 'adolescencia'; ahora toca ser padre de familia sin familia propia. Y en esas estamos.

Ayer hice la mudanza oficial. Preparé el equipaje: ropa deportiva, camisetas, un par de pijamas, los pantalones, un cargamento de ropa interior, jerseys de lana... como si fuera de viaje. Pero hubo un detalle revelador de las diferencias que había entre ésta y el resto de mis expediciones anteriores, y es que llevaba las chaquetas, las corbatas y el abrigo ése que me regaló mi madre hace tres o cuatro Reyes para ponérmelo con los trajes. Cuando colgué todo esto en la barra de mi flamante ropero empotrado y observé esas lenguas multicolor que son las corbatas, terminé por verlo claro: estaba ante el viaje más largo, y espero que el más apasionante, de cuantos haya hecho hasta ahora. Y sólo me he ido a sólo 25 kilómetros de mi casa de toda la vida. A veces, buscamos lejos, muy lejos, el bienestar psicológico que tenemos a tiro de piedra. Suena a paradoja, pero es real.

Ahora tengo ilusiones; también miedos. Paso a ser el único responsable de mis hechos, y el administrador del 100% de mi tiempo y mi dinero; cambio el autobús por el coche, pues no hay otro modo de llegar al trabajo desde casa, desde MI casa; debo encontrar momentos para ir a comprar, de lo contrario no como, ni visto, ni casi que vivo; debo hacer un montón de tareas domésticas que hasta hace dos días, literalmente, correspondían en buena medida a una madre chapada a la antigua; y planificar el régimen de comidas; y ¡Dios mío, qué caro vale todo, y qué pronto se gastan las cosas!

Por otra parte, en mi familia pocos han comprendido mi decisión. La primera mi madre, que se queda sola con un marido, mi padre, cabrón de pedigrí y al que no puedo ver. Y detrás, al menos un par de hermanos mayores que con los labios alaban mi opción, "es natural, es ley de vida", y con los ojos miran para otro lado cuando se plantea la necesidad de que ahora, entre todos los 'adultos', atendamos de algún modo a una madre operada e infartada que se queda, peor que sola, con su triste compañero de una triste vida de cincuenta y tantos años en común. Hasta ahora, en el día a día, yo me encargaba de eso.

Desgraciadamente, aún quedan muchos ciudadanos que no creen en la independencia psicológica, sino en la meramente física y si hay boda de por medio. Yo necesito respirar, las necesito a ambas. Hasta hace dos días, me faltaba el aire. No se puede vivir cuando a tu vera merodea un padre que sólo quiere joderte y menospreciarte, cuando la vida es un problema y mamá sigue pensando que la adolescencia no finalizó para ti. Me apetece sostener yo el mando de la tele, decidir mi menú y no escuchar discusiones estúpidas e innecesarias. Me siento como si fuera solo en la proa de un barco, mirando el horizonte y recibiendo en la cara una bofetada de aire frío capaz de hacerte ver que algo nuevo empezó para ti en beneficio de tu bien más sagrado: la libertad.

Pienso que mi decisión es la mejor receta para asumir que sé y que puedo. Para gozar de la buena vida y Aprender, así con mayúscula -gracias, Chema, por tu ayuda y comprensión-.

...ahora sólo espero que la suerte me acompañe...

martes, enero 24, 2006

Test de manías

Me piden mis amigas Sonybabe y Momo, a través de un meme, que exponga cinco de mis manías más reseñables. Pos mu bien. Seguro que tengo no cinco, sino cinco mil, aunque después de haber estado varios días dándole vueltas al tema, debo reconocer que me ha costado registrar este top five. Pero bueno, ahí va: para reflexión mía y diversión vuestra. O al menos eso espero.

1. Soy incapaz de tomar café recalentado. No soy un tío escrupuloso con la comida: como de todo y en abundancia, para mí los yogures no caducan, las bebidas casi tampoco… pero un café que no esté recién hecho, ahí se puede quedar. Aunque me muera de ganas de tomarlo.

2. Me cuesta la vida volver sobre mis pasos. Lo explico con un caso práctico: imagina que voy a coger el autobús, estoy en la parada y, desesperado porque no llega, opto por marcharme. Cuando estoy a 300 metros de la próxima parada, pero a 50 de la anterior, empiezo a correr hacia la siguiente. ¿No sería más fácil volver hacia atrás, que hay menos distancia? Si, pero a mí no me sale. Casi nunca, vamos… Y si lo hago, a regañadientes.

3. Juego mucho a agrupar letras de palabras. Imaginemos una que tengo aquí delante ahora mismo: COMUNICACIÓN. Ésta puede ser: CO-MU-NI-CA-CI-ÓN, o bien COMU-NICA-CION, o COMUN-IC-ACIÓN, y así sucesivamente. Que si 2-2-2-2-2, 4-4-4, 5-2-5, etc. Una chorrada que hago desde pequeño. Otra cosa parecida me ocurre con las matrículas de los coches, aunque en menor medida.

4. Me paro a mirar los escaparates de las joyerías. No tengo ni idea de por qué, ya que no me gustan especialmente las joyas, ni llevo anillos, ni reloj, ni pendientes, ni cadena, ni nada de nada. Pero si paso por algún sitio y hay brillos y pedrería, yo me paro a ver. Chema se desespera un poco, el pobre. Dice que en otra vida fui un avestruz.

5. Detesto los ríos y pantanos. Es curioso, pero desde pequeño siento una gran angustia cuando tengo que pasar sobre un río o un pantano. Incluso a veces he tenido la sensación de perder el control con este asunto. La verdad es que esas grandes cantidades de agua con cosas raras en el fondo, tipo ramajos, casas viejas y demás, hacen que me sienta muy incómodo, inseguro. Curiosamente, con el mar no me pasa.

En fin. No sé si serán las más representativas, y seguro que no las mejores. Pero también soy muy disciplinado, y una de mis manías es cumplir las órdenes que me dan ;-). Así que gracias a Sonybabe y a Momo por acordarse de mí. ¡Ah! Se lo paso a Craso y a Kurdo, a ver qué tal. Y si alguno de los lectores quiere añadir alguna manía, porque me conozca –claro está-, sería bienvenida. Au revoir!


MagicGnoma, lánzate, que sé que me lees….

lunes, enero 16, 2006

Forever YOU


“Y cada día tú
En todas partes tú,
En las sonrisas de otra gente me sonríes tú,
Y mi sombra eres tú
Y en todas partes tú
Y en las miradas de otra gente sé que miras tú
Y cada día más
Si vienes o si vas,
Eres mi gusto, mi capricho y mi debilidad.
Y qué me has echo tú,
Que ya todo eres tú
A fin y al cabo mi vida eres

Muchas felicidades en el día de tu 35 cumpleaños. Que dentro de 3.500 años, allá donde estemos, sigamos juntos. Gracias por estar ahí.

Te quiero