Mol, life and so on

miércoles, octubre 29, 2008

Alegoría de la naranja, el labrador currante y el abono


¿Cuál es la fuerza, la necesidad o el deseo que nos impulsa a querer cuando el amor puede ser una rémora? Tal vez una mezcla de esos tres factores, en igualdad de condiciones: al 33,3333… O quizá sea otra cosa: la voluntad de regirse por cánones preestablecidos, sin que sepamos muy bien si es o no lo que demanda nuestra santa voluntad.

Lo cierto es que no resulta fácil. Casi nunca. Querer, a priori, es un buen lío. También lo es parir, o hipotecarse a treinta años. Porque el amor de pareja podría estar muy bien cuando se va de adolescente por la vida, etapa en que uno quiere parecer mayor y sueña con pegarse el lote por las esquinas. También en la tercera edad, pues resulta el mejor antídoto contra el silencio más vacío. Pero ahí en medio, durante la edad plena, cuando se tiene salud, trabajo, un poco de dinero, amigos… ¿Qué aporta? ¿Por qué meterse en berenjenales? ¿Para qué dedicar tiempo y recursos, para qué tener que dar explicaciones o ampliar los círculos?

Yo no tengo una respuesta para una cuestión tan pragmática… pero aquí estoy. ¿Por qué? No lo sé. Quizá porque siempre fui un idealista ;-) ¿No será miedo a la soledad? Tal vez. ¿Deseo sexual? Umm… eso, seguro que sí ;-) ¿Orden en la vida? ¿¿¿Más todavía??? Ehhhh… ¿flechazo? Pues un poquito, también, claro que sí… Pero hay cosas que no se pueden explicitar así, claramente. Ni tampoco ponerse en negro sobre blanco: una mirada, un gesto, un instante… No sé, será eso que denominan amor, y que hace que compensen todas las contrariedades. O, al menos, muchas de ellas.

Además, creo que siempre conviene distinguir los detonantes -todas esas cosillas que en un momento te impulsan al compromiso- de la experiencia acumulada tras un periodo intenso de conocimiento mutuo, de vivencias compartidas. Porque el tiempo pasa, y como en la vida misma, la belleza del azahar cede el testigo a una naranja más o menos lustrosa: son los frutos, mucho más importantes porque, como dicen las maris, “de lo bonito no se come”.

Pues bien: Chema y yo cumplimos ayer seis añitos juntos. Si hubiéramos nacido aquel 28 de octubre de 2002, hoy podría ser nuestro primer día de cole. Y en todo este tiempo, hemos recogido unas cuantas naranjas de ésas a las que aludía más arriba. Bastantes, creo. Y es verdad que, cuando las ponemos en una cesta, algunas se pudren: tal vez porque la abundancia las aplasta, o porque hace calor y esas cosas pasan, o porque estaban colonizadas por un gusano que no dejaba evidencias externas.

Sin embargo, quedan más. Seis años después, las ramas siguen dando frutos, cada vez más maduros, cada vez más sabrosos… aunque ya no le pedimos peras al olmo. Es decir, al naranjo. Vamos acumulando experiencia, y aprendemos que el amor maduro es como una buena naranja: nutritiva, rica… pero sin sabor a fresa. Ni tampoco a yogur. Es lo que es, pero será lustrosa y tendrá más aroma y sabor si se abona correctamente. De lo contrario, se pudre y cae al suelo. No fertiliza, de ahí no brota vida. Es lo que es.

Por eso todos los emparejados debemos tener algo de labradores… y, desde luego, espíritu de currantes, porque una relación hay que currársela día tras día. ¡Y mucho! Aun así, ¿compensa? Yo creo que sí, y por eso espero que mi vida con Chema vaya cada vez mejor y que pasemos… pues al menos, sesenta veces seis años juntos :-P Puede que algunos piensen que son decisiones trasnochadas, que es otra cosa lo que se lleva, o que soy un masoca. Y puede ser. Aunque también puede ser que, sencillamente, quiera a este chico por encima de un millón de cosas. Alegorías aparte.

Feliz sexto aniversario, vida.

lunes, octubre 27, 2008

Sevilla. Calle Betis



"Aun así te odio y quiero,
amo el azul de tu cielo
aunque a veces no demuestre su color"


Revólver. Dentro de ti.

Gracias a mi amiga Gema Calderón, pintora de acuarelas, por hacerme uno de los regalos más bonitos y personales que he recibido en mi vida. Y gracias también a todos los que estuvísteis conmigo el sábado, o que al menos quisísteis estar aunque no fuera posible. Gracias a todos, en definitiva, por haber estado tan cerca.

Os sigo queriendo.

viernes, octubre 24, 2008

My way



Era lunes por la mañana. Lunes Santo. Estaba nervioso. El primer paso era ingresar 3.000 euros en una cuenta habilitada por la gestoría, y después recibir el nihil obstat del señor notario. Así lo hice. Me dieron una casa enorme… y vacía. Mi primer pensamiento fue: “¿Cuándo leches seré capaz de amueblar todas estas habitaciones?” E inmediatamente me respondí a mí mismo: “Tengo 32 años… ¡bah!, yo creo que con 35 lo he conseguido”.

Pues bien: toda esta perorata viene a que hoy, precisamente hoy, ¡¡¡cumplo 35 años!!! Y mi casa sigue avanzando a paso de oca. Vamos, que ese macroobjetivo trazado espontáneamente bajo un techo recién pintado, difícilmente va a llegar a buen puerto. Es igual. Lo importante es sentirse bien, estar contento, disfrutar del instante que vives y de la gente que te rodea. En eso estoy. Para mí, mucho más importante que comprar cuatro muebles. Ahí es todo. Será que me estoy volviendo viejo. O será que, como decía Frank Sinatra, vivo la vida “on my way”.

Pues bendito sea don Frank por ser tan sabio.

lunes, octubre 20, 2008

October



Recuerdo que, de adolescente, era una canción que me cautivaba. Muy visual, sensitiva, llena de matices donde el receptor podía ver esa “english town of color grey” que Morten Harket susurraba al oído. A veces, cuando la escuchaba, sentía la necesidad de acurrucarme en el sofá con una mantita, mientras que las evidencias bibliográficas sobre la mesa ponían de manifiesto que el curso, por fin, había comenzado.


Octubre siempre ha sido mi mes, y no sólo porque sea el de mi cumpleaños. Casi todo lo bueno y lo malo que se produce cíclicamente en mi vida, llega en octubre: empezaba el curso, la meteorología adversa siempre ha estimulado mi afán lector, sentía una ilusión desaforada por todas esas cosas que aprendería en los meses siguientes, aceptaba y afrontaba el reto de seguir creciendo interiormente… incluso escuchaba más música, me reencontraba con los colegas, compraba algún que otro coleccionable que nunca terminaba, y así podría seguir casi hasta llenar un par de folios.


Pero de mayor, todo cambia. La falta de luz me pasa factura en forma de ‘bajona’, que inexplicable y matemáticamente deja entrever su pérfido halo allá por la última semana de septiembre. Además, donde antes se hallaba el reto del nuevo curso y la pasión por aprender, ahora llega el fantasma de la monotonía en un trabajo que a veces hiere.


Sin embargo, el instinto de supervivencia me invita a fijarme en otras cosas que antes pasaban desapercibidas, imagino que por lo lejos que me pillaba el mundo rural. En octubre, la dehesa vuelve a estar verde, la hierba desprende un aroma húmedo, fresco, y las flores brotan, brotan, brotan.... Ayer, el campo situado detrás de mi casa –al que apodo cariñosamente ‘mi jardín’- estaba plagado de jazmines silvestres que impregnaban el ambiente de un olor dulzón irresistible. Lo disfruté con mis perros, que hubieran servido para grabar una nueva cortinilla para ‘La casa de la pradera’ volando ladera abajo.


Poco a poco, voy aprendiendo que con lluvia, el Tirant lo Blanch, las Troteras de Pérez de Ayala o la Eneida ganan encanto, mientras que el foco alógeno y el aroma a canela en el quemador de esencias estimulan cuerpo y mente aún más que el Red Bull. Aprendo, en definitiva, que todo lo bueno y lo malo está en mí. Eso es octubre.


Y además, ya que en el trabajo las cosas siguen en coma irreversible, debo fabricarme mis propios retos del día a día. Así que este año, otra vez, vuelvo a las aulas. No sé si podré mantener el nivelazo del año pasado (48,5 puntos sobre 50 posibles), pero sí que la ilusión y las ganas de dar lo máximo van a estar ahí perennes. Ahora, como dicen los futbolistas, sólo espero que me respeten las lesiones… y, sobre todo, las lecciones. Que de ésas, tendré que empaparme unas cuantas docenas. Y yo, muy feliz, por supuesto ;-)