Mol, life and so on

jueves, noviembre 24, 2005

Menestra opusina


Ayer estuve en Palencia. ¡Sí, en Palencia, qué pasa! Es que llevo dos días siendo sospechoso de todo lo malo porque, en este país, las reuniones en Palencia no existen. "¿A qué irá?", rumoreaban algun@s por las esquinas. Todavía en Valladolid, pudiera ser; pero en Palencia... "¡si eso no existe!", me dijo un amigo. Como las reuniones siempre son en Madrid, Barcelona, Milán y otros lares glamurosos...

En cualquier caso, a mí me ha tocado Palencia. Así que allí me encaminé. Llegamos tras una paliza de AVE y coche de alquiler. Aunque la peor 'paliza' estaba por llegar: el opusino. Un proveedor de cuyo nombre no quiero acordarme, con fuertes simpatías balaguerianas, parte de la base de que tiene que hacer apostolado en cada momento. Bastante duro es trabajar a casi mil kilómetros de casa para que, encima, te den calor con la Obra.

Yo en esto soy tajante: me parece bien cualquier creencia que respete a los demás y la dignidad de uno mismo, aunque no me gusta la exportación de principios. Si no, agredo. Qué le voy a hacer. Además, yo tengo un pasado eclesiástico, de fuerte compromiso y doloroso agotamiento, y sintiéndolo mucho me duele que un individuo que no conoce el significado de las palabras 'problemas' y 'pobreza' vaya por ahí dando lecciones de.

A lo que iba: durante la cena, y ante un excelso plato de menestra palentina, el muchachuelo sacó a colación varios temas. Empezó por la iglesia (?), por su importante papel en la sociedad de hoy (??), y por cómo un gobierno de rojos anticatólicos está tratando de putear a la sacrosanta organización con la LOE.

Le dije que, según mi amigo Ito, que es maestro y un tío responsable, ésta no toca el asunto de la religión: "Sí, pero la considera no evaluable, y va a ser un cachondeo". ¿Pero no está así desde la etapa de Aznar? Respuesta: el PSOE actúa de espaldas a la demanda social. Por eso permite a los maricones casarse, pese a que ha habido sólo 50 bodas. Y España es un país católico, aunque les joda.

Otras perlas: la iglesia no está politizada, estoy en contra de las autonomías, Franco... no me atrevo a decirlo, pero cuánto lo añora mi padre... y servidor... yo soy la prueba de que en el entorno del Opus puede haber gente sin un duro (nota: cobra unos 9 millones al año), no tener hijos por cuestiones económicas es una excusa, porque tres o cuatro niños no cuestan nada... y etcétera, y etcétera.

Para que conste, y sin ánimo de ser borde: me paso por el arco del triunfo -vamos, por los cojones mismos- a toda la jerarquía eclesiástica y perros con rosario añorantes de regímenes pretéritos; a la asquerosa y fascista derecha que representan Acebes, Zaplana y Rajoy; a la pseudoizquierda nauseabunda de ERC; a la cobardía de cierto PSOE disfrazada de talante, y a todo lo que, desde uno u otro punto, contribuya a que muchos ciudadanos se sientan discriminados por hablar o no catalán, por querer casarse con personas del mismo sexo, o por no ser católicos. ¡YA ESTÁ BIEN! Al final, he tenido que agredir.

...y es que hay gente empeñada en amargarle a uno la menestra...

domingo, noviembre 20, 2005

Lo que no se da, se pierde




Recuerdo que hace mil años, en las paredes de la parroquia, colgamos un cartel donde esa frase aparecía dibujada en muchos colores: LO QUE NO SE DA, SE PIERDE. Queríamos recaudar dinero para contribuir a un proyecto de Manos Unidas en Ecuador (creo), y nos agarramos a lo que, según creo, era un lema de Teresa de Calcuta.

Desde entonces, ha pasado mucho tiempo. Perdí mi carácter abnegado, mi deseo de cambiar el mundo, mis férreas creencias... y me convertí en un hombre dogmatofágico, alejado de todo ese mundillo teatrero de la fe que es la iglesia, y olvidé por completo la aseveración del cartel.

Hasta que hace unos días, con motivo de la explosión que le ha costado la vida a varios miembros de una misma familia en Tarragona, vi fotos y titulares en la prensa donde un hombre, destrozado por el dolor, nos animaba a no ser parco en agradecimientos hacia nuestros seres queridos: a decirles cuánto los queremos, cuánto los necesitamos. A darles todos los achuchones y abrazos del mundo. También todos los besos, "porque -decía él- los que no se dan, se pierden". Este señor, para empezar, ya no podría acariciar más el pelo de su esposa, ni embriagarse con la sonrisa de sus dos hijos pequeños, literalmente destrozados por una puta bombona de gas.

"Qué asco de mundo", volví a pensar -supongo- con mi optimismo habitual cuando vi el percal en las páginas del Diario. Y pasé a la siguiente noticia. Hasta hoy.

Chema llevaba tiempo diciéndome que quería ver Yossie & Jagger, una peli israelí centrada en la historia de dos soldados que se aman. En principio me dejé llevar por el típico morbo que siempre busco en una trama de este tipo: soldados, homosexualidad... y sionismo. ¡Puff, qué mezcla! Además, el nombre me sonaba a Pixie & Dixie, así que me imaginaba a los dos muchachos corriendo por la franja de Gaza mientras un palestino con malas pulgas los perseguía, escoba en mano, diciéndoles "no escaparéis, marrditos judíos", "corre Yossi", "ya voy, Jagger", y todo eso.

Sin embargo, y pese a la lentitud de la trama, me ha sabido a poco. Porque es una historia muy humana, en primer lugar, donde se muestra que el amor brota en los rincones más insospechados y bajo la forma menos ortodoxa. Y porque he visto muchos aspectos en la vida de ambos protagonistas aplicables a mi propia trayectoria: uno era sensible, cariñoso y extrovertido; el otro, más marcial, seriote y frío.

Uno quería más, el otro abogaba por ir más despacio; ambos se querían, ambos tenían planes. Pero uno necesitaba oír "te quiero", y el otro no estaba aún por la labor. ¿Cuestión de carácter, de prioridades? Qué más da, cada uno es como es. Aunque de repente llega la muerte, en su estado más cruel y cuando menos se la espera. Uno la espicha en los brazos del otro, que entonces sí empezó a decir "te quiero" y a romper barreras, aunque ya era tarde. Al final, durante el velatorio, actores y espectadores descubrimos qué poco interés mostramos por los rasgos más humanos de quienes nos rodean. Por esas pequeñas cosas que son la sal de la vida.

Yo hubiera escrito un final alternativo: ambos se escapan, mandan el ejército al carajo sublime y se largan, en primera estancia, a un local de ambiente de Tel Aviv, para bailar, beber y besarse; luego, a un buen hotel con cama king size; por último, y antes de que los busquen por prófugos, a una playa fina como el Lido veneciano, o cutre de dolor como Torremolinos. El caso es que en mi final se largan, se besan, se miran, se quieren, se hartan de follar y viven a tope los tres días que estamos de paso por estos lares. Y se lo dicen todo: lo bueno, lo malo, lo mundano; lo que se quieren, lo poco que se soportan en ocasiones, o lo magnífico que es Netol para limpiar plata macarra.

Se ve que el director sabe mejor que yo de qué va esto de la vida, y tiene clarito que muchas veces, tal vez demasiadas, nos vamos guardándonos para nosotros las cuatro piezas del mejor tesoro que el ser humano puede ofrecer: que son su sonrisa, su mirada, una palabra de aliento y una mano tendida. Si no las damos, las perderemos sin remedio. Así son las cosas. Y para ver un caso práctico, ahí están los pobres Yossi y Jagger.

viernes, noviembre 11, 2005

Querido amigo:

¿Qué tal estás? Imagino que abrigado, porque si empieza a hacer frío, ahí arriba debe de ser... puff! Cuánto tiempo sin saber de ti. Lo reconozco: cuánto tiempo sin pensar en ti. Hace unos días se repitió la cantinela de todos los años, pues al acercarse noviembre empiezo a calcular en qué caerá el día 11. Hoy, diecisiete años después, vuelve a ser viernes.

¿Sabes? Cuando venía para el trabajo esta mañana, le eché un vistazo al móvil. Quería saber si llegaba o no muy tarde. Entonces lo vi: las nueve y pico del 11 del 11. Inmediatamente se me fue el pensamiento hacia aquel día, hacia aquel patio. Y recé. Recé por ti. Una especie de cantinela litúrgica, como un responso, pero después de no sé cuánto tiempo, sentí la necesidad de rezar. Era un poco mi forma, a mi estilo, de comunicarme contigo.

Qué jodida es la buena memoria. Esta mañana, aquel 11-11 pobló mi recuerdo con rígida estructura fílmica: el affaire del paraguas que te rompió Álex; la salida al patio en una mañana nublada y fría, mucho más que la de hoy; la imposibilidad de montar un pequeño equipo de voleibol para echar la hora; el partidillo de baloncesto con Cardeñas, Pitu y Eduardo... y el fin.

Nunca daré suficientes gracias por no haberme enterado de nada, por haberme encontrado el pastel cuando lo peor había pasado. Recuerdo aquel abrazo con Sonia, que lloraba desconsolada; aquella visita a la Macarena, inocentes niños de catorce años que pensábamos que ella podría salvarte; aquella terrible comunicación, "ha muerto", que nos soltó de bruces un fostión del carajo: el más fuerte de nuestras vidas hasta ese momento. Y eran, más o menos, las 9 y pico. Igual que hoy cuando miré el móvil.

Lo demás, imagino que ya lo sabes: fuimos al hospital, llorábamos desconsolados, te encargamos las flores, acordamos qué nos íbamos a poner para ir a tu entierro... puta válvula coronaria, con las ganas que tenías de jugar al fútbol. Tardé mucho, mucho, en superar tu muerte. O simplemente en poder hablar de ti sin llorar como un bebé. Años, en realidad. Porque no todos los días, y a Dios gracias, se muere tu mejor amigo en clase de gimnasia, de repente, delante de casi todos.

El otro día, durante la mudanza, estuve ojeando el libro que tus padres editaron con todos tus poemas. Qué recuerdos... Y no nos engañemos: no son precisamente la alegría de la huerta, porque tú alegre, alegre, lo que se dice alegre... Pero eso sí, desprenden la profundidad de sentimientos, la nobleza de espíritu y la bondad que te caracterizaban. Por eso eras mi mejor amigo.

Bueno, figura. Espero no tardar otros diecisiete años en escribirte; y no sé si estás al tanto del rumbo que ha tomado mi vida desde entonces, pero si te dijera quién ocupa en mi corazoncito el espacio de Marta Sánchez ;-) igual te sorprendías... o igual no, que tú siempre fuiste muy observador, casi adivino. Cuida de tus padres, que nunca lo superaron, que dejaron tu habitación como un santuario (craso error) y que acabaron mudándose para notar menos tu ausencia: hoy lo estarán pasando muy mal. Y, si ves a Dios por ahí... no, no le digas nada de mi parte, no vaya a ser que llame a declarar in person y no tengo hueco en la agenda.

Por cierto, amigo. Sabes que te quiero mucho, pero no hace falta que respondas, ¿eh? Que para sobresaltos, los que me dan mi jefe y la vida a cada instante. Es que la cosa ha cambiado mucho, ¿sabes? Ya te contaré. En otra carta, quizás. O personalmente, dentro de muchos, muchos años...

Te seguiré echando de menos. Un abrazo muy muy fuerte de un amigo que no te olvida.

Carlos

jueves, noviembre 10, 2005

Excelentísima Señora:

Vaya por delante que mi condición de republicano confeso no debe mitigar ni un ápice el respeto que siento por vos; sin embargo, alteza, permítame que las leyes de la lógica se antepongan a los arquetipos sociales y protocolarios para evitar que un bebé como usted reciba el tratamiento de 'Doña'. Al menos de mi parte.

¿Sabe? Mucho antes de que su papá y su mamá se conocieran, yo estudié periodismo. Sí, igual que la Princesa de Asturias, osea su mamá, es decir, Letizia. O como le dicen ahora, Doña Letizia. Entonces, nos enseñaron que sólo se anteponía el tratamiento 'Don/Doña' para los Reyes de España, y según qué medio. La cuestión es que la prensa de éste nuestro país ha levantado la veda y ya le dice Don hasta al gato regio: que si Doña Elena, que si Don Jaime, que si Don Iñaki y, ahora, inclusive Doña Leonor. Carca que se está volviendo esto por momentos.

Hombre, no es cuestión de decir, como afirma mi suegra, que este es una mierda de mundo. Pero coincidirá conmigo en que abunda bastante la hipocresía. Porque esos mismos fachorrillos que se dan golpes en su pecho monárquico, van diciendo por ahí que su tía mayor es tonta y/o retrasada, que su marido (el de su tía, claro) un mujeriego, y que en su familia abunda la mala vida. Que lo diga yo, que tengo el corazón tricolor... pero ellos... no sé, no sé.

En cualquier caso, ¿usted qué piensa de todo esto? ¿Qué le parece la monarquía? En pocas líneas consiste, por si no lo sabe, en que un bebé como usted ya tiene su futuro trazado: será reina de España. La historia lo ha decidido por vos. Y olvide eso de abdicar: si lo hace, será el cachondeo de todo el país. Le dirán tonta, "mira la tía gilipollas, que deja esa buena vida", y cosas así. Sea reina, infanta o princesa, o nada de lo anterior, usted ya tiene las habichuelas garantizadas. Eso se lo certifico yo.

Aunque lo verdaderamente malo de la monarquía no es que parezca intrínsecamente injusta y que rompa el principio de igualdad entre todos los ciudadanos -esto, para muchos, es matizable-. Lo malo es la gente que les rodea, babeando sus manos y pidiendo devorar los despojos que usted/ustedes arroje/n. Condes, duques, marqueses, Alfonso Ussía, Peñafiel, La (sin)Razón y toda esa patulea que presume de defender un sistema desfasado como éste.

No soy republicano porque me encanten los presidentes del Gobierno, o porque considere que la historia de mi país señala con el dedo a tal o cual político: lo soy porque me parece un sistema democrático. Si el pueblo así lo vota, yo podría ser jefe de Estado en Francia. En España, tendría que llamarme Carlitos Sublime de Borbón y, a partir de ahí, empezaríamos a hablar. Injusto, ¿no?

Y por cierto: ¡qué asco de prensa derechona la que tenemos aquí! ¿Se imagina que en Francia o en Alemania, o en estados monárquicos como Suecia o Gran Bretaña, hubiesen montado semejante pifostio ante el nacimiento de la heredera, osea usted? Porque claro, entiendo a la prensa rosa, y a quienes hagan informaciones o análisis serios sobre su venida al mundo, que indudablemente es un acontecimiento.

Pero tanto como apodarla Jefa de los Ejércitos, Leonor I de España, afirmar que estudiará en los mismos centros donde lo hizo su padre... ¡¡pero si usted es sólo un bebé de diez días!! Si lo único que vuestra alteza querrá es dormir, comer o sonreir cuando vea a mamá con el bibi en la mano... e incluso jugar con otros niños que, previamente, hayan recibido el nihil obstat de la Casa Real, claro.

En este sentido, querría informarle de que yo, igual que la infanta Elena (perdón, Doña Elena), he sido tito. Sí. Tito 'político'. El domingo pasado vino al mundo una preciosa niña llamada Lucía. Es pequeñita -así como usted, imagino-, morena, con mucho pelo y unos ojillos negros que miran a su alrededor como diciendo: "¡qué grande es todo esto!". En otras circunstancias, me gustaría decirle que podría ser una buena amiga suya, aunque la profesión de su padre (agricultor) y de su madre (costurera) casi imposibilita un conocimiento mutuo. Además, ella le tutearía, y le daría manotacillos si coge sus muñecas sin permiso: porque esas cosas, que no pasan entre princesas, sí ocurren con el resto de niños pequeños.

Ay, alteza. Cuántas verdades le van a ocultar... Créame que no le envidio...

Me despido, no sin antes desearle que crezca con salud, con toda la del mundo, y que sea tan feliz como las circunstancias se lo permitan. Transmita a sus papás mis más sinceras felicitaciones, pues traer un niño al mundo debe de ser la experiencia más grande que viva un ser humano. Ellos, por eso, sí que me dan envidia. Por lo demás, me despiertan un poco de coraje.

Un cordial saludo -sin cabeza inclinada, entiéndalo-. Y créame si le digo que estaré al tanto de su evolución física y humana, aunque no quiera hacerlo. Son las cosas que tiene este sistema donde o eres mentecato o tirano. Pero eso ya se lo contaré otro día.