Mol, life and so on

miércoles, agosto 17, 2005

En memoria tuya

Hoy hace nada menos que dieciséis años. Recuerdo que aquel día me levanté, solo en mi casa de Chipiona, y estuve mirando el techo durante un buen rato, observado atentamente por los inquilinos del sinfín de posters que poblaban las paredes de la habitación. Aquel 17 de agosto, mi madre había vuelto a Sevilla para quedarse por las noches con la abuela Castillo. Teóricamente estaba bien, en el hospital, pero haciéndose pruebas para sobrellevar una penosa enfermedad que, algún día, más a medio que a largo plazo, nos la arrancaría de cuajo. Sabíamos que iba a morir, pero no tan pronto.

Me desperté tristón, resacoso, con varias opciones en mi cabeza: ¿Ir a la playa? ¿A casa de Silvia y Sonia? ¿A buscar a los colegas? Al final opté por dar una vueltecilla ligera y despejarme así del juergón del día anterior. Habíamos estado en el 'Boogui', la discoteca de invierno. Desde su patio vimos el eclipse lunar justo mientras la abuela Castillo, a 100 kilómetros de allí, se marchaba para siempre.

Dice quien estaba presente en el momento de su muerte que dormía tranquila, y que de repente se despertó, se puso mal y, agarrada con fuerza a la barra del suero, no dejaba de mirar hacia un espacio concreto, con ojos como platos, y de gritar "el niño, el niño", que es como ella llamaba a su único hijo varón, fallecido cinco años antes. El sanitario que certificó la muerte inesperada de esta luchadora incansable tuvo, además, que separarle la mano, tensa y rígida, del utensilio que aprehendía con tanta fuerza.

Volví para Sevilla con mi hermano Juan José pensando que la vida se había pasado un poquito con la abuela. Se crió sin madre, trabajando desde que tenía uso de razón -lo único que hacía, además de cuidar de los suyos-, perdió a su marido inesperadamente, a dos de sus hijos con enfermedades terribles... No sé, todos deseábamos para ella el descanso del guerrero en forma de vejez larga y tranquila que, obviamente, jamás llegó.

Sin embargo, y pese a todas las puñaladas que recibió, la abuela Castillo nunca perdió las ganas de disfrutar con las pequeñas cosas. Casi siempre se la veía acompañada de un gato como Matilde, o de la perra Carola, que aprendió con cariño y mano dura a no andurrear por la casa y localizar sus dominios en el patio, lleno de flores y azulejería tradicional. Le gustaban las manualidades, la artesanía, las figuritas de cerámica fina, tener a mano un cuponcillo -"para ayudarle a mis hijos si toca", decía-, etecé, etecé.

Hoy, cuando aquel adolescente de quince años juerguista y vacilón tiene vida de adulto, la abuela Castillo me recuerda que ella sí sabía sacarle partido a las pequeñas rendijas que la vida le dejaba para respirar, por estrechas que éstas fueran. Su ejemplo demuestra además que hay problemas mucho más serios que los míos -que en realidad no existen, aunque no me lo crea-, y que la línea de meta se puede cruzar en cualquier momento, sin ser nosotros conscientes de ello.

Gracias, abuela, por esa palmadita que me das con tu ejemplo en el aniversario de tu muerte. Dudo mucho que sepas de la existencia de este blog, o de la admiración que siento hacia ti por no haberte rendido jamás. En esta sociedad de corazas y apariencias nunca viene mal un ejemplo de integridad que llevarse al recuerdo.

4 Comentarios:

  • No sabía nada del aniversario. A pesar de lo triste de la fecha, me alegro de que la lectura sea positiva. Sabes que defiendo la máxima de no mirar hacia atrás ni para coger impulso, pero en ocasiones es bueno, para aprender de los errores propios (los únicos que escarmientan) y sobre todo de los aciertos. Que esa palmadita se plasme en una realidad ¿no?. La abuela Castillo no se merece menos. Y tú tampoco, bisho.

    Por Anonymous Anónimo, a las 4:30 p. m.  

  • Gracias, mi vida. TEDM...

    Por Blogger Carlitos Sublime, a las 4:44 p. m.  

  • Ya te dije que había leído este post, pero lo he vuelto a hacer. Es muy bonito todo lo que aquí cuentas.
    Tienes razón en que nuestros problemas a menudo son auténticas chorradas. Yo ya no sé si sufro por mis problemas o por el hecho de que soy consciente de que tales problemas me afectan más de lo que deberían. En fin, es un lío.
    Un recuerdo para tu abuela, allá donde quiera que esté.

    Por Blogger Darko, a las 7:19 p. m.  

  • Hola.Acabo de descubrirte en "g"romeo y a parte de lo que cuentas me llamó la atención tu blog. Estoy leyendolo desde el principio pero es ahora cuando me siento en la necesidad de comentarte, al ver el pos sobre tu abuela en agosto del año pasado. Lo entenderás si lees el último post de mi blog.
    Seguiré con la lectura de tus archivos que me pareces un tio muy interesante.
    Un saludo.

    Por Anonymous Anónimo, a las 12:37 a. m.  

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