Mol, life and so on

viernes, julio 01, 2011

¿Te acuerdas?




Fue un finde raro, por muchas cosas. Yo llevaba tiempo pensando que aquella situación me había desbordado, y que una salida digna sería la mejor de las posibilidades. Controlé el vértigo, inicié el viraje hacia una nueva vida, y cada piedrecita que hallaba en el camino se convertía en una excusa para la marcha. Con el equipaje ya listo, tuve la suerte de descubrir que, por fortuna, mi corazón seguía vivo: él continuaba haciendo su trabajo, y con independencia de que hubiera o no suerte –de momento no la ha habido-, supe que podría llegar alguien capaz de reactivar mis cosquillas estomacales, mis lágrimas resecas de alegría... y mis sonrisas.

Aquel sueño fue el pistoletazo de salida: la suerte ya estaba echada. El domingo hablamos un poco, y lo vi aún más claro. El lunes me fui a trabajar, decidido pero contento. Te quedaste fumando bajo aquella ventana de mi salón, y ya en la puerta me giré para verte: tú no, pero yo sí sabía que no volveríamos a mirarnos a los ojos de la misma forma... "Qué guapo estás hoy", me dijiste. Sonreí tímidamente, cansado de mí y de todo.

Para mí, ahí termina la historia. O empieza. Sé que el día oficial tardó una semana en llegar, pero eso fue lo de menos. Yo ya tenía mi cabeza en otras necesidades, otras voluntades, incluso estaba conociendo a otras personas... A veces tomo conciencia de que aquellos días, que yo viví con cierta euforia, fueron duros para ti. Mucho. Pero no pude evitarlo: la única salida habría pasado por permanecer más tiempo aprisionados, y ni tú ni yo nos merecíamos algo tan cruel. Era una inversión a plazo más corto del que pensabas entonces. Ambos lo sabíamos "en nuestros adentros", como dicen las viejas, aunque depurar nunca es fácil. Ni bonito. Eso sí, ayuda a crecer y nos recuerda que estamos vivos.

Lo que vino después fue todo muy raro y contradictorio. Al principio, distancia absoluta. Luego, en apenas un mes y medio, establecimos una especie de relación fraternal. Volviste a cruzar el umbral de mi casa, que fue donde te vi por última vez. Nos dimos un fuerte abrazo e intercambiamos regalitos de vacaciones, pero aquello no estaba saneado. Y entonces los detonantes empezaron a hacer su trabajo.

Al poco tiempo, el buenrrollismo se desmoronó durante meses: yo no quería encontrarme contigo, afloró un cierto rencor que al principio tapaba mi euforia, y aunque nunca perdimos completamente el contacto, éste se redujo a la mínima expresión. Sin embargo, pasaron cosas. Mi padre murió, y su agonía nos obligó a charlar, en contra de lo que me apetecía. En el tanatorio me di cuenta de que, aun no existiendo el amor, sí había un poso de mucho y bueno, porque ocho años son dos olimpiadas, dos mundiales de fútbol, ocho semanas santas... Una eternidad en toda regla, y eso bien merece el esfuerzo. Lo descubrí cuando nos abrazamos: abrazaba a alguien muy muy especial, a un miembro de mi familia que durante meses había sido mi hijo pródigo, y yo el suyo.

En los días siguientes volvimos a vernos, como acordamos. Luego otra vez, y otra. Me dijiste entonces que de Oriente había llegado una estrella, rutilante como pocas, aunque no supieras que lo era. Me alegré por ti, casi tanto como me sigo alegrando ahora, de que aprendieras lo que yo descubrí en vísperas de aquel verano: que el corazón vive, y eso sólo puede calificarse con el superlativo de óptimo.

Desde entonces, poquito a poco, hemos enderezado el camino. Las aguas han vuelto a su cauce, creo que esta vez para quedarse, y aunque parece muy claro que el amor de pareja y el deseo se marcharon para siempre, sé que los sentimientos de fraternidad y el otro amor, el que te equipara a mi madre o a mi hermana, han florecido para no marchitarse. Jamás. ¿Sabes? El otro día comentaba con lamuhé que el periodo transcurrido desde julio de 2010 ha sido muy intenso, y sabes que no ha estado exento de cosas más que malas: algunas relacionadas con nosotros dos, otras con terceras personas o con la vida en general. Sin embargo, ambos tenemos ahora la certeza de estar vivos, y vivir es a veces ganar, a veces perder; en ocasiones sufrir, y en otras gozar. Pero ni tú ni yo seremos más dos zombies, y hemos hecho un muy buen trabajo para reconstruir una relación de hermanos sobre la base de nuestra experiencia.

Y... ¡¡qué cojones!! Esto hay que celebrarlo. Un año de vivencias que, entre otras cosas, nos ha demostrado que somos buenas personas; gente que sabe salvar los trastos y diseccionar con la precisión de un bisturí cuando se trata de poner a buen recaudo lo que merece la pena. Eso es ser maduros. ¡Así que brindemos!

-Por todo lo bueno que hemos vivido, y que viviremos,
-por quienes nos han dado su apoyo durante este año,
-por los buenos sentimientos que siguen ahí, con la fuerza de siempre,
-porque es precioso descubrir que la familia también se puede elegir,
-por las personas que en el futuro también se harán un huequecito en nuestras entrañas,
-por esa boda, la mía, de la que tú serás padrino... si quieres, claro ;-)

Y cómo no: por ti. Y por mí. Siempre.

Te deseo lo mejor, porque te sigo queriendo un abismo. Y yo que lo vea...

Born on different sides of life
We feel the same
And feel all of this strife
So come to me when I'm asleep
We'll cross the lines
And dance upon the streets

Through the barricades. Spandau Ballet