Mol, life and so on

sábado, septiembre 27, 2008

Tragicómica y humillante historia de un asesor de comunicación (parte 1)

Escena nº1

Una clienta, responsable (¿¿¿einnn???) de comunicación en una gran empresa de servicios, le dice a su asesor que van a crear una nueva línea de negocio, única en esta comunidad, y bla, bla, bla. Asesor le recomienda 'venderle' la historia en exclusiva a periodista que ahora trabaja para gran cadena de supermercados, aunque reservándola escrupulosamente hasta septiembre (tres meses después) por motivos que no vienen al caso. Clienta accede, pero a finales de agosto el coño de su jefa directa, hija del dueño, decide ofrecérsela de motu proprio a otro periodista, amigo de la nena, que le brinda amplia cobertura.

Clienta, con todo el morro, obliga a asesor a retomar el tema en septiembre con la periodista de marras, para salvar su culo, so pena de rescindir el contrato. Asesor insiste en que una estupidez y ganas de cabrear a la humillada muchacha, pero tiene que pagar hipoteca. Y al llamarla con un "ehhh... ho, hola, te, te acuerdas de que tenemos un tema pendiente...?", ésta dice a asesor, poco más o menos, que si sabe hacer su trabajo o si piensa que ella es tonta, creyendo (tal vez) que asesor fue quien vendió dos veces el mismo cuento. Asesor, finalmente, considera que hubiera sido mejor opositar a... cualquier cosa, vamos.

Escena nº2

Gran empresa de obra pública es llamada urgentemente ante la presencia de institución también pública para tratar un tema delicado. El gran jefe de institución necesita un capote en imagen, y quiere que empresa (solvente y prestigiosa) aporte su granito de arena. Ambas partes, unidas por lazos contractuales, acuden a reunión con asesores respectivos, que casualmente eran compañeros de promoción. Empresa promete oro y moro a institución, "colaboración máxima", citaron, pero al salir de la reunión sus dirigentes miran a asesor para decir: "A esta gente, ni agua". "¿Ni agua? ¡¡Si les habéis prometido el manso!!". "Diles lo que se te ocurra, pero ni agua". Finalmente, asesor de empresa acaba de cuernos con asesora de institución, que seguramente pensaría que fue su ex compañero de promoción quien frenó las sanas intenciones de sus clientes, tan, tan colaboradores.

Escena nº3

Periodista de conocida agencia llama a asesor para decirle qué tiene que decir uno de sus clientes sobre tal noticia, bombazo recién salido por teletipos. Asesor, al escucharlo, se caga vivo, porque de ser así significaba la ruina de su propio cliente. Pide tiempo, y al irse volando a Internet, ve que -malditos inútiles- en la agencia habían confundido un concepto, sacando como sentencia firme del Supremo (un poné) lo que se había visto en primera instancia. Asesor, entre aliviado y cabreado por la inoperancia ajena, llama a periodista y le explica la confusión: "Esto fue así hace cuatro meses, no hoy; creí que te referías a que ya había sentencia firme". Periodista es cogido en un brete, y asesor le pide que saque rectificación. Entonces, por no dar su brazo a torcer, aquél responde: "Bueno, sí que es noticia; lo que ocurre es que fue hace cuatro meses, pero lo que digo es cierto. Así que no lo quito".

Asesor, buscando las cámaras de 'Inocente, Inocente' o un librillo de Teoría de la Información que regalarle a ese hombre, y echándole morro al asunto, le dice: "Ok, perfecto. Te doy una primicia. Han matado al presidente de los Estados Unidos, una tragedia, un palo. Se llamaba John F. Kennedy. Es cierto. Bueno... fue hace como 40 años, pero más verdad que l'evagelio". A continuación, y visto el desmadre, asesor no tiene más remedio que enviar a toda la prensa de la ciudad un comunicado que dice, con palabras no muy buenas, que Periodista es imbécil y confunde churras con merinas. Recién nombrado jefe de Economía en otro medio llama a asesor: "Le habrás tocado mucho los cojones a esta gente". Asesor responde: "Se los querría haber tocado con un palo". Y ambos se ríen... por no llorar. Perro sí come perro, parece.

miércoles, septiembre 17, 2008

Puertas


Cualquier historia está plagada de hitos. Las personales, también. Echando la vista atrás, resulta fácil segmentar lo que, de otro modo, sería el totum revolutum de nuestro día a día, con sus luces y sombras. Y los hitos, precisamente, actúan como balizas en esa marea informe que puede llegar a ser la vida.

Para mí, un hito es una puerta que se abre o se cierra, dando paso a etapas nuevas. Puertas… a veces fascinantes, siempre misteriosas. ¿Hay alguien capaz de asegurar antes de cruzarla qué habrá al otro lado? “Dichosa puerta que nos acompañas, cerrada, en nuestra dicha”, escribía Carlos Pellicer. Recuerdo el día en que nació Irene, la hija de nuestro amigo Javi. Ella, rubita y deliciosa, abrió sin saberlo la puerta a la edad adulta de un grupo muy unido que se conocía desde la adolescencia. Don Javier, ese chico loco por el fútbol, simplón en su complejidad y estudiante decente, se hizo papá. Menudo golpe para quienes, actuando de meros observadores, empezamos a asumir –ahora sí- que en el grupo nos hacíamos adultos.

Ahora Magic y de Andresito echan el cierre a la soltería. A ella aprendí a quererla en el colegio del barrio, con ocho o nueve años, quién hubiera podido evitarlo. Jugamos juntos más de una vez, por ejemplo saltando entre marmolillos. Hicimos la misma obra de teatro, puteándola yo –mea culpa- en escena sin piedad: como una especie de guiño maléfico que sólo ella y yo éramos capaces de descodificar, pero siempre mediando cariño. Y desde el instituto hasta hoy, ella ha sido un trozo grande de mi espíritu. Estoy orgulloso de sentirla cerca. Él, por su parte, es el mejor amigo que he tenido jamás. Lo quiero con el alma. Las palabras sobran cuando se trata de Andrés.

Se casan. Son los dos únicos solteros que quedaban en mi grupo… y se casan. Se cierra para siempre la puerta de la adolescencia, “esa por donde la cal azul de los pilares entra a mirar como niños maliciosos”, escribía Pellicer. Todos casados, muchos papás y mamás, todos trabajando… este no es el sueño piterpanesco que unos duendes me prometieron. Ahora las cosas son más complejas: quedas si volvemos a tiempo para el baño del niño, las chicas no beben porque están dando el pecho, los chicos tampoco porque les toca conducir, sales si no hay compromisos con la familia política… así que quedas menos, sales menos… y el soltero bebe solo. Inevitable, supongo.

En dos sábados, todos cruzamos el mismo umbral: Andrés y Magic el de la consagración de una relación perpetua ya consolidada de facto. Y con ellos, los demás, traspasamos el que da acceso a una resignada evidencia: la de que pese a quien pese, ya hemos aprobado el bachillerato.

…ahora que lo observo, creo que me ha salido una cana…

martes, septiembre 09, 2008

El hippie


Lo vi cuando alcé la mirada, tal vez sin pretenderlo. ¿Tal vez? No, seguro. Fue un gesto automático el que me llevó a descubrirlo allí, encima de un promontorio rocoso y ataviado sólo con un pantalón ancho de gasas -tipo pareo-, gafas de sol y un brazalete de cuero que reforzaba aún más la desmesura de su bícep derecho. Ese aire de semidesnudez y de chulería, reforzado por un bronceado intenso, pectorales marcados, la barba de tres días, un piercing en la oreja y algún que otro tatuaje, hizo que una sensación extraña, mezcla de placer sensual y estético, invadiera mi espíritu. ¡Ay, Los Caños…!

Fue cuestión de segundos, quizás menos. Abandoné mi voyeurismo en contrapicado para dedicarme a lo mío: en este caso, evitar tropiezos indeseables con alguna roca de playa asesina. Sin embargo, un instante después escucho una voz que nos apelaba directamente a nosotros:

-¡¡Shhh!! ¡¡Hey, chavales!! ¿Podéis ayudarme a subir la bici por las rocas? No puedo sólo, sería peligroso.

Era él. Le pedí que esperase un instante, lo necesario para calzarnos las zapatillas deportivas, y me puse manos a la obra. El hippie, como denominaré en adelante a mi admirado interlocutor –y no sólo porque físicamente quitase el hipo-, llevaba una bicicleta con dos alforjas, un cestito para la ropa sobre el guardabarros y un perro pequeño que lucía pañuelo rojo. También timbales, claro. Para mí, echarle un cable a Morboman era casi una vía de flirteo: “¡Qué conformista estoy hoy!”, pensé esbozando una sonrisa mientras la bici trepaba como una cabra montés. Y obviamente, no iba a desperdiciar la ocasión de entablar con él un poco de contacto: al menos verbal, a falta de otros tipos… :(

Fue entonces cuando nos dijo que salió de Cádiz unos días antes, y que iba hacia algún punto del norte de España, donde pensaba llegar a mediados de este mes. ¿Vacaciones? Parece que no, porque en su vida no había otros compromisos: sólo vivir el día a día, “y ya veré”, añadió. Todo su patrimonio eran la docilidad de su perro, las ruedas de su bici, el sonido del timbal… y el cielo, esa tarde más azul y hospitalario que nunca.

Me entró un pellizquito: porque ese chico era un valiente capaz de romper con lo establecido, y esa es buena medicina para la nostalgia del nosequé. Porque el binomio “un día, una sorpresa” es el sueño de cualquiera, y creo que hoy no está a mi alcance. Porque he posteado sobre esta misma mierda un sinfín de veces, y sigo igual: sin hacer nada para paliar esa carencia que me invade (aunque sea no vivir la monotonía como una plaga). E incluso porque yo, yendo con regularidad al gimnasio, no tendré ese cuerpo ni en cuatro vidas (creo que eso es lo que verdaderamente me jodió, jeje).

Vaya este post por todos aquellos que creen en el derecho universal al jugo de vida concentrado. Y con especial ímpetu a quienes, además, se atreven a consumirlo. Yo no estoy en este segundo grupo. Todavía…