Mol, life and so on

miércoles, agosto 08, 2007

Berlín, la ciudad que no para



Llegamos un miércoles a media tarde. Lo primero que nos sorprendió fue la capacidad de estos alemanes para combinar zonas verdes y espacios residenciales en grandes áreas urbanas. Berlín es muy verde. Muy, muy verde. Pero también muy cómoda, gracias a la escasez de bloques de pisos elevadísimos, a la amplitud de sus avenidas… y al valor que sus ciudadanos le otorgan al medio ambiente.

La segunda cosa que me sorprendió fue el metro. ¡Dios, qué silencio! En cualquier línea de Madrid, Barcelona o París se percibe estrés, ruido. En Berlín, no. Y si a los alemanes les gusta el verde… del rosa mejor, ni hablamos. Porque la capital es territorio gay. Allí no existe Chueca: hay un par de zonas con mayor volumen de locales para homosexuales, pero son muchos más los bares y discotecas gayfriendly o claramente gays que pueblan otros muchos barrios de la ciudad. La visibilidad, ese don soñado, es allí un bien que se administra como cualquier otro.

Y hay marcha. A tope. Cualquier día de la semana, los bares cierran a las 5 o a las 6 de la mañana. Allí es posible ingerir a esa hora una Beck’s (y otra, y otra) en casi cualquier sitio. O bailar. O incluso tomar un café con un dulce.

El transporte, por su parte, está muy bien organizado. Varias líneas de metro funcionan toda la noche, salvo un intervalo de dos horas (entre las 01:00 y las 03:00); y, además, existe una amplia y eficiente red de autobuses urbanos. Que, además, son puntuales.

La gente resulta, en general, muy amable. Mi experiencia me dice que los jóvenes casi siempre lo son, en todos los rincones del mundo. La dificultad está en contactar con quienes superan la treintena. Pues bien, en Berlín no existe ese problema. Todo el mundo suele ser accesible y cercano, dispuestos a echarle un cable al turista incapaz de balbucear su lengua.

Pero, sobre todo, Berlín es una ciudad singular, repleta de espacios culturales, museos de primer nivel, monumentos, sitios para disfrutar de una buena cerveza, para conocer gente. Buena gente. Es, además, un lugar lleno de color, que contrasta vivamente con esa imagen prejuiciosa que en el sur tenemos con respecto a nuestros vecinos del norte europeo. Y, algo no menos importante, es barata.

Sólo tiene dos defectos: el café, malo o muy malo, y el currywurst, que sabe a rayos. Por lo demás, yo siempre digo que hay ciudades que no te dicen nada, otras que te gustan, algunas que incluso te encantan, y unas pocas donde quisieras vivir. Para mí, Berlín está en este último bloque. De hecho, si alguien me ofrece un trabajo…

Gracias por todo, Julia. Eres un sol dorado...


PD: En la imagen, mi amigo Knüt. Será una pieza fundamental entre mis recuerdos berlineses.