Mol, life and so on

domingo, julio 15, 2007

Pues eso...


...que estaba deseando que llegara este día... ¡y por fin está aquí! Mañana, a las 06:00 horas, sonará el despertador. Me daré una ducha rápida para despejarme. Sergio vendrá a recogernos sobre las 06:30. Llegaremos al aeropuerto. Facturaremos. Tomaremos un café. Embarcaremos rumbo a Barcelona. Conoceré a mi sobrinita catalana. Almorzaremos con sus papás, a los que quiero un montón. Disfrutaremos de la ciudad, de Sitges, de la playa... y el miércoles saldremos rumbo a Berlín, donde nos espera Julia... y una semana a tope en la capital alemana.

No creo que me quede tiempo para consultar el blog. Pero, de todas maneras, y aunque os pueda parecer un mero cumplido vacío, estoy seguro de que os dedicaré un recuerdo a cada uno de vosotros. Puede que a la sombra de la Sagrada Familia, o en presencia del busto de Nefertiti. Pero ahí estará. Porque si donde yo estoy, está Sevilla -como digo siempre-, cada vez es más difícil separar mi día a día y mis pensamientos, de mi blog. De todos y cada uno de mis amigos blogueros.

No me enrollo más. Que paséis una excelente segunda quincena de julio y, como dice la afotito, "nos leemos en agosto".

Besos para tod@s

miércoles, julio 11, 2007

Lo que quiero... lo que debo...


Esa ha sido siempre una de las disyuntivas estructurales de mi vida. Desde pequeño, no sé muy bien por qué, Carlitos Sublime ha tenido una visión de la vida muy castrense, donde el cumplimiento del deber era un principio sagrado que siempre, siempre, se anteponía a lo que uno pudiera desear. O pretender. O simplemente, querer…

Sin embargo, conforme el pelo se ha ido cayendo –y el que queda tiene intrusos blanquecinos-, mi posición se ha relativizado. Ahora me quiero más a mí mismo, escucho un poquito mejor la voz de mi corazoncito, y en definitiva trato de consensuar el veredicto de la cabeza con las exigencias de mis entrañas.

En esas estamos, que es tarea de toda una vida. Pero, de repente, te ves en una encrucijada de caminos y no sabes hacia dónde tirar, pues las opciones son divergentes, jamás complementarias. ¿Qué hacer? Como sabéis, yo estudié periodismo. Hice un posgrado en relaciones institucionales y protocolo que, de momento, me ha servido de poco. Sin embargo, siempre tuve clavada la espinita de profundizar en el estudio de las humanidades, que me encantan: de hecho, periodismo fue la opción por la que me decanté al final (¿maldita la hora, tal vez?); la otra era historia del arte.

Así que, tras un debate intenno muy profundo, mis entrañas, mi cabeza y yo hemos decidido volver a estudiar el próximo curso. ¿El qué? Ahí viene la divergencia. Porque, por una parte, me gustaría retomar Filología Hispánica, dejada en barbecho hace cinco años. Por otra, hacer el curso-puente y meterme en Humanidades, donde tocaría todos esos temas que me apasionan, como la historia, el arte, la literatura, etc.

Pero la cuestión que me planteo es: y ya que vuelvo a estudiar, ¿no sería mejor hacer un master sobre algo práctico, complementario de mi trayectoria profesional, que me permita, al menos en teoría, cambiar de trabajo? Lo que ocurre es que los temas que tienen salidas laborales, no me apasionan. Y los que me encantan, mejor dejarlos de lado si quiero usarlos para cambiar de trabajo, porque son un título en la pared, enriquecimiento del espíritu… y nada más (y nada menos).

También tengo la opción de retomar el inglés, que lo tengo olvidado y oxidado. Y siempre es práctico. Pero…. ¡¡¡aaaahhhhgggg!!! ¿Qué hagoooooo?

¿Tú qué harías?

martes, julio 03, 2007

El héroe


Allí estaba yo. En la calle Pelayo, con una copa en la mano. Charlando con mis amigos. Bailoteando. Ataviado con unas prendas que, desde luego, no casaban para nada con el glamour propio del sábado noche. Y de repente, apareció él. Muy guapo. Guapísimo, diría. Morenito, de unos 27 años y facciones muy marcadas que le otorgaban un aire muy varonil. El pelo moreno, con un corte moderno. Su cuerpo, delgado pero fuerte, muy definido. Y desde luego con carácter, con dos cojones.

Al parecer, una amiga suya y él mismo habían visto que un morito cuarentón situado a mi izquierda trató de meter la mano en uno de mis bolsillos. Yo no me había dado cuenta, pero él lo observaba a una cierta distancia. Amenazante, se dirigió al susodicho para llamarle la atención. Viendo que se ponía farruco, lo sujetó y esperó a que comprobase si me faltaba algo: nada, ahí sólo había una toallita limpiagafas usada, pues los precedentes del viernes me indujeron a llevar la cartera y el móvil bien protegidos en un bolsillo cerrado.

Aun así, llamamos a la policía, más por acojonarlo que por considerarlo una medida efectiva. Y en éstas trató de escapar. El héroe no lo dudó: se lanzó encima cual jugador de rugby, lo tiró al suelo y lo controló como el león al antílope. El carterista no tenía opción de moverse con semejante maromo reteniéndolo. Algún que otro camarero también le echó una mano.

Yo pensé que tanto el chico como la amiga que lo acompañaba, ambos con una tarjeta colgada al cuello, eran de la organización del Europride. Cuando los vi reprender al chorizo con tanta determinación, pensé que tendrían cuentas pendientes por la cantidad de carteras que han robado este finde en Chueca, y opté por guardar un discreto segundo plano.

Llegó la poli (por cierto, menudo poli, jeje), que se hizo con la custodia del carterista, y el héroe entró en un bar cercano para ‘arreglarse el tipo’, como diría mi madre, y quitarse un poco de la mugre que el individuo dejó lacrada en su preciosa camisa fashion. Esperé a que terminara, y me dirigí a él para darle las gracias. “De nada”, respondió con una sonrisa preciosa, cuya ingenuidad contrastaba con el carácter que el héroe había demostrado en el ring de Pelayo.

Charlé con él y con su amiga un par de minutos: el necesario para descubrir que no eran miembros de la organización. Que, como ellos decían, eran gente que había ido allí igual que yo, a pasarlo bien. ¿Y la tarjeta? “Ah, esto es porque te hacen descuentos y, si bebes mucho, te sale rentable”, respondió con simpatía.

Me despedí. De la amiga… y del héroe. Y entonces éste, al marcharse, reclinó la cabeza con un gesto enorme de cariño sobre el pecho de su novio, que también le estaba esperando a las puertas del establecimiento.

Hay personas que te reconcilian con el género humano. Actitudes que son un canto a la solidaridad, a la hermandad. Y rostros que transmiten mucho más de lo que muestran. Él héroe es un pleno al tres. No sé nada de él: sólo que es de Castellón, que vive en Madrid… y que me alegró una noche en la que yo estaba un poco plof por otros motivos. ¡Ah! Y también que le estoy profundamente agradecido. A él, y a su amiga.

Un beso, quienes quiera que seáis, donde quiera que estéis.