Puertas
Cualquier historia está plagada de hitos. Las personales, también. Echando la vista atrás, resulta fácil segmentar lo que, de otro modo, sería el totum revolutum de nuestro día a día, con sus luces y sombras. Y los hitos, precisamente, actúan como balizas en esa marea informe que puede llegar a ser la vida.
Para mí, un hito es una puerta que se abre o se cierra, dando paso a etapas nuevas. Puertas… a veces fascinantes, siempre misteriosas. ¿Hay alguien capaz de asegurar antes de cruzarla qué habrá al otro lado? “Dichosa puerta que nos acompañas, cerrada, en nuestra dicha”, escribía Carlos Pellicer. Recuerdo el día en que nació Irene, la hija de nuestro amigo Javi. Ella, rubita y deliciosa, abrió sin saberlo la puerta a la edad adulta de un grupo muy unido que se conocía desde la adolescencia. Don Javier, ese chico loco por el fútbol, simplón en su complejidad y estudiante decente, se hizo papá. Menudo golpe para quienes, actuando de meros observadores, empezamos a asumir –ahora sí- que en el grupo nos hacíamos adultos.
Ahora Magic y de Andresito echan el cierre a la soltería. A ella aprendí a quererla en el colegio del barrio, con ocho o nueve años, quién hubiera podido evitarlo. Jugamos juntos más de una vez, por ejemplo saltando entre marmolillos. Hicimos la misma obra de teatro, puteándola yo –mea culpa- en escena sin piedad: como una especie de guiño maléfico que sólo ella y yo éramos capaces de descodificar, pero siempre mediando cariño. Y desde el instituto hasta hoy, ella ha sido un trozo grande de mi espíritu. Estoy orgulloso de sentirla cerca. Él, por su parte, es el mejor amigo que he tenido jamás. Lo quiero con el alma. Las palabras sobran cuando se trata de Andrés.
Se casan. Son los dos únicos solteros que quedaban en mi grupo… y se casan. Se cierra para siempre la puerta de la adolescencia, “esa por donde la cal azul de los pilares entra a mirar como niños maliciosos”, escribía Pellicer. Todos casados, muchos papás y mamás, todos trabajando… este no es el sueño piterpanesco que unos duendes me prometieron. Ahora las cosas son más complejas: quedas si volvemos a tiempo para el baño del niño, las chicas no beben porque están dando el pecho, los chicos tampoco porque les toca conducir, sales si no hay compromisos con la familia política… así que quedas menos, sales menos… y el soltero bebe solo. Inevitable, supongo.
En dos sábados, todos cruzamos el mismo umbral: Andrés y Magic el de la consagración de una relación perpetua ya consolidada de facto. Y con ellos, los demás, traspasamos el que da acceso a una resignada evidencia: la de que pese a quien pese, ya hemos aprobado el bachillerato.
…ahora que lo observo, creo que me ha salido una cana…
Para mí, un hito es una puerta que se abre o se cierra, dando paso a etapas nuevas. Puertas… a veces fascinantes, siempre misteriosas. ¿Hay alguien capaz de asegurar antes de cruzarla qué habrá al otro lado? “Dichosa puerta que nos acompañas, cerrada, en nuestra dicha”, escribía Carlos Pellicer. Recuerdo el día en que nació Irene, la hija de nuestro amigo Javi. Ella, rubita y deliciosa, abrió sin saberlo la puerta a la edad adulta de un grupo muy unido que se conocía desde la adolescencia. Don Javier, ese chico loco por el fútbol, simplón en su complejidad y estudiante decente, se hizo papá. Menudo golpe para quienes, actuando de meros observadores, empezamos a asumir –ahora sí- que en el grupo nos hacíamos adultos.
Ahora Magic y de Andresito echan el cierre a la soltería. A ella aprendí a quererla en el colegio del barrio, con ocho o nueve años, quién hubiera podido evitarlo. Jugamos juntos más de una vez, por ejemplo saltando entre marmolillos. Hicimos la misma obra de teatro, puteándola yo –mea culpa- en escena sin piedad: como una especie de guiño maléfico que sólo ella y yo éramos capaces de descodificar, pero siempre mediando cariño. Y desde el instituto hasta hoy, ella ha sido un trozo grande de mi espíritu. Estoy orgulloso de sentirla cerca. Él, por su parte, es el mejor amigo que he tenido jamás. Lo quiero con el alma. Las palabras sobran cuando se trata de Andrés.
Se casan. Son los dos únicos solteros que quedaban en mi grupo… y se casan. Se cierra para siempre la puerta de la adolescencia, “esa por donde la cal azul de los pilares entra a mirar como niños maliciosos”, escribía Pellicer. Todos casados, muchos papás y mamás, todos trabajando… este no es el sueño piterpanesco que unos duendes me prometieron. Ahora las cosas son más complejas: quedas si volvemos a tiempo para el baño del niño, las chicas no beben porque están dando el pecho, los chicos tampoco porque les toca conducir, sales si no hay compromisos con la familia política… así que quedas menos, sales menos… y el soltero bebe solo. Inevitable, supongo.
En dos sábados, todos cruzamos el mismo umbral: Andrés y Magic el de la consagración de una relación perpetua ya consolidada de facto. Y con ellos, los demás, traspasamos el que da acceso a una resignada evidencia: la de que pese a quien pese, ya hemos aprobado el bachillerato.
…ahora que lo observo, creo que me ha salido una cana…
10 Comentarios:
La vida son puertas, como dices, pero siempre se abren. Cualquier cambio no es más que un comienzo nuevo; y benditos sean: lo contrario sería la muerte. Es cierto que siempre hay un cierto vértigo ante esa puerta abierta que no nos deja ver aún adónde conducirá, pero merece la pena.
Así que ¿sabes qué te digo?
¡¡¡DEJAME A MÍ DE PETERPANES!!! (mira Michael Jackson, jajaja...)
Te deseo una y mil canas, y yo que las cuente ;-). Te quiero, bicho (con una horita de diferencia, eso sí)
Por Anónimo, a las 10:05 p. m.
Lo pintas un poco aburrido...
Por aquí también aprobamos todos el bachillerato hace tiempo, pero hay casados, solteros, ajuntados, divorciados, pocos con niños, muchos sin niños, trabajadores estables de oficina y otros con los trabajos más variopintos...unos viviendo cerca, otros lejos, otros siempre viajando. Parece que no queramos crecer, ahora que lo pienso, aunque nadie escapa de la cruda realidad, me temo.
Besos, Carlitos.
Me alegra volver a leerte.
¡¡Y enhorabuena para los novios!!
Por CRISTINA, a las 1:42 a. m.
De verdad, Padre, cuando te pones "espléndido", como Max Estrella (¿era espléndido?), pues llegar a hacerme llorar hasta el infinito.
Entiendo que los grandes acontecimientos de nuestra vida, que muchas veces son los de las vidas de las personas a las que queremos, nos hagan reflexionar. A mí, en ocasiones, también me da vértigo verme casada, con un niño, un trabajo estable y esta cara de mujer mayor que no hay quien me la quite, cuando la sensación que tengo es que hace nada tenía 20 años. Pero luego pienso que es normal ir cubriendo etapas; que lo bueno es que todos las hemos ido cubriendo, que estamos bien y que estamos juntos y contentos de ser como somos, de estar como estamos y de tenernos todos a todos.
Míralo de otro modo: ¡¡Por Dios, si es que tenían que haberse casado hace dos siglos!! Son los últimos, vale (bueno, siempre quedais Chema y tú; y Merchi, claro), pero ahora toca disfrutar de ese día con ellos, que lo merecen más que nadie, y seguir compartiendo momentos. Que los hay y habrá, aunque los niños condicionen mucho.
Ay, Dios, con lo "pá dentro" que vengo estando estos últimos días, y me vienes con estas...
Te quiero, Padre. Mil besos.
Por Anónimo, a las 8:43 a. m.
Siempre queda la memoria... y muchas páginas que escribir. Ese azul no volverá, pero llegarán otros, sin duda.
Por Vulcano Lover, a las 8:57 p. m.
Que yo también sigo soltero, cáspitas (por no decir cosas más fuertes)! Y, sí, cubrimos etapas, qué remedio... Más años, más caudal de sabiduría, que diría el filósofo... Saluditos
Por Craso, a las 11:38 p. m.
es que la vida no hace pausas ni espera, avanzar o morir. Eso si, alegrate de que las puertas se abran y se cierren, todo menos que te den en todas las narices. Besos de mis puercos
Por SALUSTIANA, a las 10:36 a. m.
Yo observo ese proceso pero un poco desde fuera, sin sentir que formo parte de él. Quizá porque nunca he estado en el núcleo de un grupo, siempre he sido un verso suelto, apéndice ocasional de varios gurpos, y cuando la gente a mi alrededor se casa y tiene hijos no termino de sentir que eso también me pasa a mi.
Por mikgel, a las 11:00 a. m.
Yo me alegro de haber abierto la puerta, que en su día me condujo al nacimiento de Irene y no me arrepiento para nada, aunque bueno tengo menos pelo y más barriguita, pero que me quiten lo bailao, ahora se nos abre otra puerta pero quien sabe si es giratoria y volvemos al mismo punto de partida.
Y el circulo no se cierra,lo mejor estar por llegar.
Besos.
FONTAN
Por Anónimo, a las 12:53 p. m.
las horas...,carlitos, las horas...
bss
Por Anónimo, a las 10:13 a. m.
¡Pero bueno, ¿y este miedo a dejar la adolescencia?!
Con lo divertidísimo que es ser una señora.
Yo lo adoro.
Por Anónimo, a las 2:22 p. m.
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