Me quedo con...

Me quedo con nuestro primer finde en Grazalema. Con el paseíto vespertino y frío por aquella plaza mojada y con el té con dulces morunos. Con la lluvia cayendo a piñón sobre un coche viejo que no arrancaba.
Me quedo con aquel puente en Evora y en el Jerte. Con aquel almuerzo de emparedados con chorizo mientras Bonnie Tyler gritaba de fondo: “Forever’s gonna start tonight”. Qué verdad fue…
Me quedo con aquel amanecer en la fría king size de Lisboa, cuya seriedad casi imperial se tornaba calidez cuando te acercabas.
Me quedo con nuestro viaje a Italia. Con mi alegría, compartida contigo, al ver la fachada de Santa Maria Novella. Con aquel paseo por la Roma antigua y nuestra visita a la Galería Doria Pamphili para ver el sobrecogedor retrato de Inocencio X. Allí fuimos sólo tú y yo.
Me quedo con la cenita que organizaste para conmemorar nuestros primeros diez meses. Me encantó, aunque confundiera el calabacín con aguacate ;-)
Me quedo, por supuesto, con las primeras visitas al pueblo, donde Alaska nos hacía reír con la Disneylandia del amor.
Me quedo con los libros y discos que me regalas. Con los besos sobre la nieve en mi primer viaje a Cantagallo. Con nuestras peripecias por Aragón. Con aquella cerveza en Estambul. Con nuestras noches, con nuestros días. Con nuestras sonrisas y nuestras lágrimas. Con nuestras bobadas y nuestras conversaciones salvamundos. Con nuestros desayunos con pan de leche. Con las ‘excursiones’ de nuestra primera etapa y con la franqueza de dos vidas ya ordenadas, estables…
…y, cómo no, me quedo con tus manos, con la suavidad de tu piel, con el roce de tus labios y el peso de tu mirada.
Pero, sobre todo, me quedo, y me sigo quedando, contigo.
Feliz quinto aniversario, Chema.
Me quedo con aquel puente en Evora y en el Jerte. Con aquel almuerzo de emparedados con chorizo mientras Bonnie Tyler gritaba de fondo: “Forever’s gonna start tonight”. Qué verdad fue…
Me quedo con aquel amanecer en la fría king size de Lisboa, cuya seriedad casi imperial se tornaba calidez cuando te acercabas.
Me quedo con nuestro viaje a Italia. Con mi alegría, compartida contigo, al ver la fachada de Santa Maria Novella. Con aquel paseo por la Roma antigua y nuestra visita a la Galería Doria Pamphili para ver el sobrecogedor retrato de Inocencio X. Allí fuimos sólo tú y yo.
Me quedo con la cenita que organizaste para conmemorar nuestros primeros diez meses. Me encantó, aunque confundiera el calabacín con aguacate ;-)
Me quedo, por supuesto, con las primeras visitas al pueblo, donde Alaska nos hacía reír con la Disneylandia del amor.
Me quedo con los libros y discos que me regalas. Con los besos sobre la nieve en mi primer viaje a Cantagallo. Con nuestras peripecias por Aragón. Con aquella cerveza en Estambul. Con nuestras noches, con nuestros días. Con nuestras sonrisas y nuestras lágrimas. Con nuestras bobadas y nuestras conversaciones salvamundos. Con nuestros desayunos con pan de leche. Con las ‘excursiones’ de nuestra primera etapa y con la franqueza de dos vidas ya ordenadas, estables…
…y, cómo no, me quedo con tus manos, con la suavidad de tu piel, con el roce de tus labios y el peso de tu mirada.
Pero, sobre todo, me quedo, y me sigo quedando, contigo.
Feliz quinto aniversario, Chema.