La izquierda volátil (post muy largo, pero creo que interesante)

Empiezo reconociendo que el término no es mío, sino del sociólogo César Molinas, que lo recogió en un artículo publicado por El País hace un par de meses. Para este buen señor, al margen de los votantes de izquierda, de derecha y de centro, existe otro grupo que es, a su juicio, el que decide quién gana las elecciones: y él los agrupa bajo la denominación de ‘izquierda volátil’.
¿Cuáles son sus características? Básicamente una. Quienes sin pretenderlo forman parte de esa izquierda volátil no se sienten cómodos, porque son de izquierdas, con un gobierno del PP. Pero tampoco sienten una especial cercanía y/o simpatía hacia el PSOE. Es decir, que no se mueren por el partido de Zapatero, y no porque esté más a la derecha o al centro que por ejemplo Izquierda Unida.
Por tanto, suele ser habitual que los ‘militantes’ de esa izquierda volátil opten por pasar en la playa el día de las elecciones y permitir de ese modo que engorde el porcentaje de la abstención… y las posibilidades de la derecha, claro.
Molinas pone un par de ejemplos. Dice que en todas las elecciones generales que ha habido en España desde 1982, la izquierda obtuvo entre 2,3 y 3,5 millones de votos más que la derecha. Sólo hubo una excepción, las del año 2000, que casualmente fueron las que registraron una participación más baja (69%)… y unos mayores índices de abstención, como es lógico. La izquierda volátil se volvió a ir a la playa. Parece ser, según asegura el autor, que la derecha ganó con mayoría absoluta por 0,6 millones de votos más que en 2000: pero la izquierda perdió 2,7 millones de votos.
Y con respecto a las últimas municipales, la aplastante victoria del PP en la capital de España se debió, a juicio del señor Molinas, a que el PSOE perdió 139.000 votos: porque el PP sólo obtuvo 709 más que en 2003, cuando se enfrentaron con la Trini Sonrisas.
En fin, él manifiesta que esto siempre ha sido así en España, incluso durante la II República, aunque no sabe muy bien por qué. Eso sí, parece que es el único caso en Europa donde sucede, pese a que en la segunda mitad del siglo XX se incrementaron notablemente las clases medias.
Seremos raros, pero yo soy uno de ellos. Uno de los miembros de esa izquierda volátil, quiero decir. Reconozco que el PP me repugna, pero también me cae mal el PSOE (sobre todo en el del cortijo andaluz) y, antes que votarle a IU o a los andalucistas, prefiero quemar la papeleta. Hoy me ahorraré la sarta de insultos para todos ellos. ¿Cuál ha sido hasta ahora mi estrategia? Votar, porque lo consideraba un deber cívico –hay muchos domingos para ir a la playa o vaguear-, pero con el sobre en blanco.
¿Cuándo decidí votarle al PSOE? En las últimas elecciones (con la presión psicológica de Josemariquita, que hasta me llamó para preguntarme si había votado ya y a quién, jejeje). Lo decidí en la noche de la jornada de reflexión, cuando le escuché al actual candidato pepero aquella famosa frase: “¡¡No lo vamos a consentir!!”. ¿Cómo lo impediréis? ¿Sacando los tanques a la calle? Por mí, mañana seréis historia. Y lo fueron.
No creo que el PSOE lo haya hecho muy mal durante estos cuatro años. En mi opinión, leyes como la del matrimonio homosexual, que me afecta de lleno, la retirada de las tropas de Irak (donde estaban ilegalmente) o la ley de dependencia, justifican una legislatura.
Aparte, ha habido más (ayudas para alquileres y préstamos para cursar másteres oficiales, renovación de estatutos de autonomía, la ley sobre la violencia de género, etcétera). No me parece del todo mal que haya habido un intento de negociar con una ETA que llevaba años sin matar (un aro por el que han pasado todos los partidos que han podido) y, desde luego, no creo que España se rompa. Aunque si se rompe, tal vez sea porque catalanes y vascos, mal que nos pese (a mí el primero), nunca se han sentido identificados del todo con el hecho de ser españoles. Y la solución, llegado el caso, no puede ser retenerlos a bombazos. Yo no sé cuál es, si la hay, pero sí la que no es.
También creo que el PP no lo haría peor si llega al poder, especialmente en el aspecto económico. Pero pienso, honestamente, que la libertad, las libertades de todos y cada uno de nosotros, se verían francamente afectadas. Y en según qué casos, incluso los derechos. Porque entiendo que un partido que interpone un recurso de inconstitucionalidad contra la ley que a mí me permite casarme, la derogaría si tuviera mayoría suficiente. Por coherencia y por vergüenza torera, ¿no? ¿Y qué pasaría conmigo? ¿Y con las miles de parejas que ya han dado el paso?
Pero hay más. ¿Qué ocurriría con los catalanes? ¿Y con los vascos? Porque meter otra vez al PP en el Gobierno de España (por cierto, campaña publicitaria de largo recorrido que me parece acertada) sería como mezclar sodio con agua. Tal vez entonces sí que se rompiera España. ¿O tal vez no?
Y una cuarta cosa: las malas compañías. Eso de ir tan de la manita con el núcleo duro de la Iglesia… eso de contar en su cúpula directiva con ministros futuribles como Zaplana y sobre todo Acebes (¿o es Aceves? Jeje)… eso de haber reforzado aquellos matices que le vinculan a su electorado más fiel, pese a saber que nunca le iba a fallar y que, siguiendo esa línea, se comerá poco por el centro… ¡¡uff!! Qué peligro con tanta perla, tanta rubia de bote, tanta camisita azul con puños blancos y tanto abrigo de piel.
Pienso, honestamente, que lo mejor para el PP sería perder las elecciones, que dimitiera Rajoy con sus dos apósitos ya citados, y que la gente nueva que llegara tuviese en cuenta que todavía quedan personas a las que es fácil llegar con palabras, no con insultos ni tampoco envenenando el clima de convivencia. Creo que soy uno de ellos.
Y creo también que lo mejor que le puede pasar a España es que el PSOE no gane tampoco las elecciones, porque la experiencia nos dice que los segundos mandatos nunca han sido buenos, y porque la alternancia es sana. Pero como entonces, sin PP y sin PSOE, gobernaría Lopera, y eso es inviable (gracias a su Gran Poder), mejor dejo de ser izquierda volátil y el 9-M vuelvo a meter en el sobre, por segunda vez, una papeleta rellena. Qué le vamos a hacer.
¿Cuáles son sus características? Básicamente una. Quienes sin pretenderlo forman parte de esa izquierda volátil no se sienten cómodos, porque son de izquierdas, con un gobierno del PP. Pero tampoco sienten una especial cercanía y/o simpatía hacia el PSOE. Es decir, que no se mueren por el partido de Zapatero, y no porque esté más a la derecha o al centro que por ejemplo Izquierda Unida.
Por tanto, suele ser habitual que los ‘militantes’ de esa izquierda volátil opten por pasar en la playa el día de las elecciones y permitir de ese modo que engorde el porcentaje de la abstención… y las posibilidades de la derecha, claro.
Molinas pone un par de ejemplos. Dice que en todas las elecciones generales que ha habido en España desde 1982, la izquierda obtuvo entre 2,3 y 3,5 millones de votos más que la derecha. Sólo hubo una excepción, las del año 2000, que casualmente fueron las que registraron una participación más baja (69%)… y unos mayores índices de abstención, como es lógico. La izquierda volátil se volvió a ir a la playa. Parece ser, según asegura el autor, que la derecha ganó con mayoría absoluta por 0,6 millones de votos más que en 2000: pero la izquierda perdió 2,7 millones de votos.
Y con respecto a las últimas municipales, la aplastante victoria del PP en la capital de España se debió, a juicio del señor Molinas, a que el PSOE perdió 139.000 votos: porque el PP sólo obtuvo 709 más que en 2003, cuando se enfrentaron con la Trini Sonrisas.
En fin, él manifiesta que esto siempre ha sido así en España, incluso durante la II República, aunque no sabe muy bien por qué. Eso sí, parece que es el único caso en Europa donde sucede, pese a que en la segunda mitad del siglo XX se incrementaron notablemente las clases medias.
Seremos raros, pero yo soy uno de ellos. Uno de los miembros de esa izquierda volátil, quiero decir. Reconozco que el PP me repugna, pero también me cae mal el PSOE (sobre todo en el del cortijo andaluz) y, antes que votarle a IU o a los andalucistas, prefiero quemar la papeleta. Hoy me ahorraré la sarta de insultos para todos ellos. ¿Cuál ha sido hasta ahora mi estrategia? Votar, porque lo consideraba un deber cívico –hay muchos domingos para ir a la playa o vaguear-, pero con el sobre en blanco.
¿Cuándo decidí votarle al PSOE? En las últimas elecciones (con la presión psicológica de Josemariquita, que hasta me llamó para preguntarme si había votado ya y a quién, jejeje). Lo decidí en la noche de la jornada de reflexión, cuando le escuché al actual candidato pepero aquella famosa frase: “¡¡No lo vamos a consentir!!”. ¿Cómo lo impediréis? ¿Sacando los tanques a la calle? Por mí, mañana seréis historia. Y lo fueron.
No creo que el PSOE lo haya hecho muy mal durante estos cuatro años. En mi opinión, leyes como la del matrimonio homosexual, que me afecta de lleno, la retirada de las tropas de Irak (donde estaban ilegalmente) o la ley de dependencia, justifican una legislatura.
Aparte, ha habido más (ayudas para alquileres y préstamos para cursar másteres oficiales, renovación de estatutos de autonomía, la ley sobre la violencia de género, etcétera). No me parece del todo mal que haya habido un intento de negociar con una ETA que llevaba años sin matar (un aro por el que han pasado todos los partidos que han podido) y, desde luego, no creo que España se rompa. Aunque si se rompe, tal vez sea porque catalanes y vascos, mal que nos pese (a mí el primero), nunca se han sentido identificados del todo con el hecho de ser españoles. Y la solución, llegado el caso, no puede ser retenerlos a bombazos. Yo no sé cuál es, si la hay, pero sí la que no es.
También creo que el PP no lo haría peor si llega al poder, especialmente en el aspecto económico. Pero pienso, honestamente, que la libertad, las libertades de todos y cada uno de nosotros, se verían francamente afectadas. Y en según qué casos, incluso los derechos. Porque entiendo que un partido que interpone un recurso de inconstitucionalidad contra la ley que a mí me permite casarme, la derogaría si tuviera mayoría suficiente. Por coherencia y por vergüenza torera, ¿no? ¿Y qué pasaría conmigo? ¿Y con las miles de parejas que ya han dado el paso?
Pero hay más. ¿Qué ocurriría con los catalanes? ¿Y con los vascos? Porque meter otra vez al PP en el Gobierno de España (por cierto, campaña publicitaria de largo recorrido que me parece acertada) sería como mezclar sodio con agua. Tal vez entonces sí que se rompiera España. ¿O tal vez no?
Y una cuarta cosa: las malas compañías. Eso de ir tan de la manita con el núcleo duro de la Iglesia… eso de contar en su cúpula directiva con ministros futuribles como Zaplana y sobre todo Acebes (¿o es Aceves? Jeje)… eso de haber reforzado aquellos matices que le vinculan a su electorado más fiel, pese a saber que nunca le iba a fallar y que, siguiendo esa línea, se comerá poco por el centro… ¡¡uff!! Qué peligro con tanta perla, tanta rubia de bote, tanta camisita azul con puños blancos y tanto abrigo de piel.
Pienso, honestamente, que lo mejor para el PP sería perder las elecciones, que dimitiera Rajoy con sus dos apósitos ya citados, y que la gente nueva que llegara tuviese en cuenta que todavía quedan personas a las que es fácil llegar con palabras, no con insultos ni tampoco envenenando el clima de convivencia. Creo que soy uno de ellos.
Y creo también que lo mejor que le puede pasar a España es que el PSOE no gane tampoco las elecciones, porque la experiencia nos dice que los segundos mandatos nunca han sido buenos, y porque la alternancia es sana. Pero como entonces, sin PP y sin PSOE, gobernaría Lopera, y eso es inviable (gracias a su Gran Poder), mejor dejo de ser izquierda volátil y el 9-M vuelvo a meter en el sobre, por segunda vez, una papeleta rellena. Qué le vamos a hacer.