Lista Forbes. Quien todo lo tiene vs quien menos necesita

Esta mañana, todos los periódicos se han levantado con una información que se repite cada año en torno a estas mismas fechas: la lista Forbes de los hombres y mujeres más ric@s del mundo. Es curioso, lo que le puede gustar un ranking a un periodista: le informas sobre A, y pasará de ti. Pero si le dices que A es más que B, pero menos que C y muy por debajo de F, lo tienes a tus plantas dispuesto a brindarte espacio en su medio, tiempo y atención. Eso es algo que he aprendido tras siete años de juego continuo y constante en el otro bando.
Pues hoy se han gastado litros y litros de tinta en el ranking de rankings. Y lo de siempre: Bill Gates arrasa en la primera posición, mientras que el top ten español está copado por Amancio Ortega, Polanco, Botín y sus muertos tos. Poca novedad. En realidad, me cuesta entender dónde reside el gusto por difundir una lista de esnobs –en muchos casos- que llegaron hace décadas y donde colarse es casi imposible. ¿Tiene alguien 1.000 milloncetes de dólares para ir abriendo boca? Su interés informativo radica, únicamente, en descubrir los movimientos internos que haya podido haber: tú subes dos puestos, el otro baja tres porque sólo ha ganado 10,3 millones en 2005… ¡¡oooohhhh, pobrecillo!!, y pare usted de contar.
Sin embargo, hay una serie de conclusiones muy interesantes que se pueden extraer haciendo una metalectura, viendo un poco más allá. Por ejemplo, es curioso descubrir que los ‘representantes’ de países pobres –tipo Brasil, México e incluso India- son muy muy ricos. Demasiado para una moral sana. También resulta llamativo que existan muy pocas mujeres entre los elegidos. Muchos de estos catetos coleccionan coches: pero no en miniatura, de ésos que comercializan por fascículos, sino de los auténticos.
En los países de la antigua Unión Soviética, y por supuesto en los árabes del entorno del golfo Pérsico, se cultivan verdaderas fortunas a la sombra del poder –o, directamente, formando parte de él-, mientras que en los Estados Unidos existe un volumen considerable de ricos. ¿Por qué razón? ¿Temas fiscales, espíritu emprendedor, filosofía de vida? Ya me gustaría saber lo que opina sobre el mundo un ricachón maderero de Montana con 2.000 millones de leuritos en el banco.
Porque esa es otra cuestión. La lista desprende glamour. Le echas un vistazo, y piensas que debe de ser la leche tenerlo todo pagado, poder visitar cualquier país, comer en cualquier restaurante, no tener que pelearte con los imbéciles del banco, la tienda de muebles o la constructora… Sin embargo, esas personas no son más felices que la media. Ni mucho menos. Conozco personalmente a una de ellas, y desde luego no pudo evitar que una terrible enfermedad acabase con la vida de su hija, pese a tener recursos para adquirir cualquier bien material.
Eso de que el dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla, es cierto. Los refranes continúan: cuando el dinero no entra en casa, el amor sale por la ventana; cuando el dinero habla, todos callan; amor con amor se paga, y lo demás con dinero, etcétera. Sin embargo, yo me quedo con otro de cajón, mucho más sensato y realista: no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. Está claro. El objetivo en esta vida es ser feliz, y la felicidad no es un bien que se compre al peso. Por fortuna, la plenitud humana tiene poco que ver con el dólar.