¿Y si volamos?

-No temas, no pasa nada. El fuego no existe, la tensión tampoco. Nuestro pueblo está perfectamente, no hay muerte, ni destrucción. Estoy seguro de que es un sueño.
-¿Y cómo lo sabes?
-Dame tu mano. Si volamos, estamos soñando. Hazlo.
Cruzamos nuestros dedos con fuerza. Salté, tiré de él, y el manto de girasoles yacía bajo nuestros pies. ¡Qué agradable es, también, volar contigo! La torre de la iglesia en llamas se oteaba a lo lejos. Los vecínos sufrían, gritaban... pero yo sonreía. Todo se mostraba irreal, como una película. Definitivamente era un sueño.
-Ya puedes abrir los ojos, grité. Y los abrí.
Tú seguías a mi lado, también en esta orilla de la conciencia.
Volví a sonreír. Y te abracé. Fue precioso sentir que eres el nexo de unión con mi mundo onírico.