
Hace tiempo que tengo en la cabeza una idea descabellada: visitar Armenia y Georgia. Reconozco que siempre me han atraído especialmente los países que conforman la otra orilla del antiguo Telón de Acero, y especialmente las ex repúblicas soviéticas. En 2001 dediqué parte de mis vacaciones a patearme Lituania, Letonia y Estonia, y al margen de los dos pequeños estados que menciono al inicio de este post, también sueño con dedicar unas vacaciones a recorrer Ucrania.
No sé por qué me llaman tanto la atención. Un psicoanalista diría, tal vez, que huyo de mí mismo, y que me apetece meter la cabeza allí donde nadie me encontraría ni por la más remota casualidad. Puede que no le falte razón. Pero creo que mi interés goza de unas raíces más mundanas: adoro el arte antiguo -y estos países están llenos de iglesias y monasterios de los siglos V y VI-, me encanta conocer culturas poco estudiadas desde el punto de vista occidental y ya, de camino, pisar donde pocos españoles hayan estado antes.
En las últimas semanas, mi interés viajero se ha acentuado. En realidad, ha crecido de manera inversamente proporcional a mis posibilidades de invertir dinero en salir pitando. Osea, me quedo en Sevilla, pero vuelo con la imaginación. Recuerdo que hace unos dos o tres años, leí un libro del periodista catalán Gabriel Pernau titulado A China en bicicleta; este hombre, cuando era un chaval, cogió una bici en Estambul, lo más parecido al paraíso que existe en este mundo, y llegó con ella hasta Xian, ciudad famosa por los guerreros de terracota que hace unos meses se expusieron en Madrid.
Yo flipé leyendo sus aventuras. Y me reafirmé en la idea de, algún día, recorrer las calles de esa Georgia que él describía como un espacio virginal y un paraíso de la buena gente, pese a la pobreza aguda que padecen los ciudadanos de ese país. Recuerdo que a él le llamó la atención el hecho de que no quisieran cobrarle en los mercados locales por ser turista, un "invitado" y, para ellos, un regalo del cielo. Quien le regalaba tres tomates o un par de piezas de fruta era, probablemente, una señora mayor que carecía de lo más básico para llevar una existencia digna. Sin embargo, comparía con el bueno de Pernau lo poquito que le daba la vida.
Ayer estuve viendo en la tele uno de esos episodios de Lonely Planet que, sin ser una maravilla, es lo que existe en el terreno audiovisual para conocer algo sobre la idiosincrasia de georgianos y armenios. El tontoleches del presentador -al que no trago desde hace años... tal vez por envidia justificada ;)- se fue al mercado de Tbilisi para comportarse como el guay que es. Y efectivamente, como recordaba Gabriel Pernau, los comerciantes -con aspecto de ser bastante más pobres que el viajero- le regalaban sus productos; incluso una señora mayor, vestida de negro, se acercó a él y, cogiéndolo de la mano, le dijo: "Venga a tomar una taza de café". Impresionante.
Vivir hay que vivir, y hay quien tiene la suerte de hacerlo en Sevilla, en París o en Barcelona, y a quien le toca en sorteo un pueblo de Ecuador, la región de Nagorno Karabaj o Trípoli. Sin embargo, lo que más me sorprende es que no necesariamente somos más felices quienes lo tenemos todo. Ni desde luego somos mejores personas ni más generosos. Un mercader español se habría planteado que regalar tres tomates reduce su beneficio del día en un equisequisequis por ciento, y con los impuestos, el IBI, el colegio del niño y el karate...
El efecto Georgia es, por tanto, esa pequeña revolución que debe darse en cada uno de nosotros para comportarnos como personas simples, como simples personas, más allá de los artificios y cadenas de cada día. Es la necesidad de ir directos al corazón, a la mirada, a los sentimientos de quienes tenemos enfrente, más que a todas esas parafernalias que nos acercan y nos alejan de la gente sin justificaciones humanas posibles.
Aunque suene a demagogia, creo que siempre es bueno recordar la necesidad de que enraíce en nosotros esta revolución. Puede que en mí todavía no haya comenzado, o que no esté avanzada, o que permanezca aletargada por el runruneo de hipotecas, préstamos, trabajo, casa y tareas, pero soy consciente de su necesidad.
...tal vez si los dirigentes del PP hubieran reflexionado sobre el tema, habrían acudido a la manifestación del sábado. A pesar de que las víctimas no fueran europeos de pedigrí.