Mol, life and so on

miércoles, marzo 19, 2008

Tu rostro, mañana



A Andrés, mi mejor amigo, por ser mi hermano.
Javier Marías no pretendió ser profeta, pero ejerció como tal. Tu rostro, mañana, deslumbrará a una Sevilla masoca que anhela gozar con el efecto cegador de su luz. Pasada la medianoche, el claro de luna llena se atreverá a acariciarte con sus rayos, envidiados por multitudes que se agolpan a tu puerta deseando verte pasar.
Faltan horas para que la Resolana y Feria vivan su día más largo, su noche viva. Cristo volverá a ser condenado ante Pilatos, pese a la intercesión de Claudia Procula. La vieja Hispalis será testigo, y aplaudirá al paso del Nazareno maniatado que, paradojas de esta milenaria urbe romana, ha elegido sus mejores galas para morir.

Acompañado por decenas de centuriones, lanzas, corazas, tambores y cornetas, avanzará hacia el foro catedralicio muy despacito, de costero a costero, casi bailando al son que le toca su barrio, mi barrio. Surcará las calles ese resplandor dorado que emerge de la bruma, cercano Guadalquivir. Y después el terciopelo verde recoge el testigo, anunciando la buena noticia: “Os traemos a la Niña de San Gil”. Sevilla emitió el veredicto exculpatorio, aunque el romano gobernador se lava las manos para que así haya un Gran Poder caminando por la Gavidia.

El público se relaja: sabe que todo lo bueno se hace esperar, y de la nada surgen café y pestiños que se comparten en la multitud con fraternal armonía. Pasan el mediatrix y el simpecado: “¡Hermanos del sexto tramo, cubriros!”. Los niños alivian el plantón pidiendo cera, estampitas, caramelos… El guión de la coronación cruza los umbrales de la basílica, mientras que el exterior de este templo con romana denominación es un hervidero de personas que se agolpan para cumplir su sueño de primavera.

Un “¡Ohhhh!” generalizado es la respuesta ante un globo de helio que coge en vertical las de Villadiego. Luego surge el murmullo, afloran los primeros nervios tras la tensa y larga espera. Junto al Arco se oye el martillo. Primeros aplausos. El bacalao pasa desapercibido, aunque Sevilla capta el mensaje: se acaba la marea verde y merino. Ciriales arriba. Plata y cera de abeja para anunciar la verdad más grande: no se puede vivir sin Esperanza.

Silencio. Un paso racheado, suavito, se arrastra hacia la puerta. Más silencio. Justo ahora, el Hijo de Dios está siendo condenado en la calle Trajano. Tal vez porque Pilatos buscó el veredicto de tan sevillano dignatario. Alea iacta est, la secular Hispalis podrá seguir contemplando el prodigio generación tras generación. “Mu poquito a poco, miarma; vamo a llevarle a Sevilla lo que es de Sevilla”, grita el capataz del palio con un nudo en la garganta. Asoman las lágrimas, los vellos como escarpias, el temblor en los labios. Un cornetín avisa: ya empieza el éxtasis.
Suena el himno, y a continuación, casi sin pausa, el aire se impregna de unas notas que en la Madrugá, más que nunca, pertenecen a una marcha con nombre epitético: “Pasa la Macarena”. No hay evidencia más gozosa…

Ese rostro, muestrario de la belleza, la sonrisa y la pena, lo inunda todo. Consciente de sus limitaciones, la luna se asoma con timidez bajo el intradós del arco que lleva nombre de barrio, de vieja huerta romana… de Virgen, de reina… de mi única reina. Yo tardaré un poco en ver su belleza maternal, casi divina, infantil, pues un año más la marea de terciopelo me arrastrará hacia Sevilla. Esta noche de noches seré sólo suyo. La sentiré, pero no la veré si me giro. La acompañaré junto a los miles de hombres y mujeres que cada año, como la luna llena, se asoman a verla pasar.

Y en la mañana del Viernes, cuando el sol incline sus rayos ante la luz, Ella y yo volveremos a encontrarnos al final del camino, como dicen los creyentes que ocurrirá cuando concluya la vida, metáfora paradójica. Cansados, agotados, pero será nuestro momento. El reencuentro. La Esperanza Macarena se girará hacia mí pausadamente. Sentiré que me escanea su mirada directa, cálida, y un año más no sabré mantenérsela. ¿Quién lo haría? “Si pudiera rezar… pero ya no me sale”, diré. Aunque eso no evitará que afloren el mar de lágrimas, las vivencias, los recuerdos de toda una vida a la sombra de su manto verde y oro.

Todas las sensaciones concentradas en un puñado de horas. Experiencias, memoria, sentimiento, estética, fe, amor, historia y arte. Pero, sobre todo, la perfección de su rostro…

…y será mañana. Algunos tenemos la fortuna del privilegiado.

4 Comentarios:

  • Te deseo una buena estación de penitencia.

    Besos de los tres.

    Fontan.

    Por Anonymous Anónimo, a las 9:14 p. m.  

  • Ojú, Carlitos, los pelos como escarpias. Qué bonito, esta vez sí que te has superado. Un año más, no he podido verla en la calle, aunque entré a hacerle una visita el Viernes de Dolores; pero el enano decidió sacarme de allí pronto con sus llantos... De todos modos, me dio tiempo de verla en su palio, tan hermosa como siempre (y eso que yo nunca he sido muy macarena, pese a ser del barrio. Pero es que estaba una "jartá" de guapa).

    Espero que hayas tenido una feliz y gozosa estación de penitencia. Un beso enorme.

    Por Anonymous Anónimo, a las 11:07 a. m.  

  • La vi con Oli en plena Cuaresma en su basílica. Y hace apenas horas en plena Resolana, rodeado de maños que quedaron encantados. Yo como siempre emocionado.
    Hasta que ella quiera...

    Por Anonymous Anónimo, a las 2:50 a. m.  

  • Pues la verdadera madre de Dios es la Esperanza de Triana. Hala.

    Por Blogger Craso, a las 11:00 p. m.  

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