Reformas
Ahí andamos: con las manos impregnadas de pintura blanca, o negras por mor del contacto con el polvo acumulado en muebles, libros y objetos indeterminados. Blancas, negras, negras, blancas. Esquizofrenia necesaria, tal vez como tantas otras, para que de la tempestad que ahora mismo hay en casa vuelva a surgir la calma. La espacial o física... y sobre todo, la anímica.
Hacía tiempo que mis libros clamaban por un estante. Muchos de ellos vivían apilados de cualquier manera a las plantas de un viejo mueble que no podía albergarlos. Me miraban, tal vez ateridos de frío o asfixiados de calor, y yo, como un mal padre, me limitaba a disimular cruelmente: a veces, observando telarañas indómitas que hasta entonces creía no haber visto. Mi casa venía siendo una mala pensión con derecho a alojamiento, cena y desayuno, poco más. Nunca un hogar, más bien una rémora vital. Algún día eso tendría que cambiar, era consciente. Pero hace falta, como diría mi madre, sacar fuerzas de flaqueza para invertir dinero y esfuerzos en algo que no te dice nada.
Creo que a finales de agosto hubo un punto de inflexión. Desde entonces, algo se mueve en la crisálida. Ya tengo Internet y teléfono fijo. He pintado la fachada y una habitación, en la que además Chema y yo colocamos durante el finde un sinfín de estanterías, con casi dos metros y medio de altura, para que mis libros no vuelvan a quejarse. Compré pintura para otra habitación, y también una torre para almacenar CD's que hasta ahora practicaban funambulismo sobre el pequeño equipo de música. Ahora toca ordenar los libros -todavía no sé cómo-, colgar un par de cuadros y cortinas, adquirir un buen armario o una cómoda grande, seguir pintando y comprar un buen sofá, grande, mullidito y cómodo. Más adelante, antes de final de año, también llegarán los muebles de mi dormitorio, que antes verá su geometría casi rectangular teñida de verde. Y la tele por cable también está 'al caer' ;-)
Se trata, en definitiva, de que esas cuatro paredes capaces de absorber una buena parte de mi sueldo se conviertan en mis aliadas, no en mis rivales. De sentir un poco de calor de hogar, no el mero cobijo que dan las grutas. De lograr que la belleza se imponga sobre el sopor y la apatía. Pero, sobre todo, se trata de pensar un poquito más en mí y en mis circunstancias. Creo que de los cuatro motivos expuestos en mi breve lista, éste ha sido el verdaderamente decisivo. Aunque no me lo crea todavía. Aunque ni siquiera yo mismo sea consciente de ello...
...Ahora sólo me falta activar el cazafantasmas y extirpar las sensaciones y los pensamientos que tratan de estropearme el carpe diem. No podrán, no hay nada que hacer contra un cabezota de pedigrí :-D
Os mantendré informados, e incluso a los más cercanos os invitaré a contemplar el resultado con vuestros propios ojitos. I promise!
4 Comentarios:
vale!...
Viva Triana!
Por Olivier Franconetti Benamor, a las 9:13 a. m.
Bueno, bueno, que trabajadores! Piensa que le irás dando calor a la vez que color. Ya verás cuando terminéis que bonito. Y a tus libros les gustará. Besos
Por María, a las 11:01 p. m.
¡Cabezota de pedigrí! ¡Me encanta! ¿Puedo adoptar esa expresión?
Como ya te dije, si quieres, cuando termines con tu casa te vienes "pá la Macarena" y me echas una mano, que tengo que pintar, colgar una barra de cortina, ordenar un poco... En fin, pan comido para ti.
Me alegro de que estés consiguiendo por fin un poco de calor de hogar. Ya iremos a visitarte y a "reestrenar" tu casa.
Un beso enorme, Padre.
Por madre, a las 11:34 a. m.
coño, madre, pa qué quiere usted un marido tan alto. Que cuelgue él la barraaaaaaa de la cortina
Por Craso, a las 12:05 a. m.
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